Saturday, February 25, 2017

Peripatos El periplo de la cultura hacia su apoteosis en Occidente

Introducción (Frag.)

Puede afirmarse que Atenas es el primer hito cultural, lo suficientemente sólido como para convertirse en la base fundacional de Occidente; no que sea el primer hito, pero sí el que tuviera esa consistencia propia y suficiente para ello, completando el ciclo comenzado en Creta. De ahí que la mayoría de los fenómenos y dinámicas estructurales de la civilización occidental se originaran en esta ciudad emblemática, hasta el punto de la metáfora; no ya simples propósitos de carácter histórico, que se revierten en una nueva determinación ontológica de la cultura occidental, como la democracia; que no es un orden ni modelo natural —de ahí su primera dificultad—, sino un mejoramiento artificial pero eficiente de la evolución lógica a la oligarquía como cultura política.

Vale la pena aclarar el hecho de que la evolución lógica de la organización de la sociedad en un modelo político sea a la oligarquía y no a la democracia; ya que la excelencia funcional del modelo democrático lo impone como un desarrollo lógico, y en ello supuestamente obvio, cuando de hecho sería hasta contra natural. El problema, como siempre, estriba en la relatividad del fenómeno mismo de la organización política de la sociedad; que hace que se resuelva como una reproducción artificial de la realidad, en la cultura como naturaleza propia de lo humano. De ahí que como en la realidad en cuanto tal, o prehistórica según el Marxismo, la cultura se organice en torno al poder y su ejercicio; que es en lo que tiene un carácter económico, ya que es en la economía donde se distribuyen las cuotas de poder, según los roles asignados. Dicho orden es de suyo ontológico, y responde a la relación entre el acto y la potencia, como la facultad de los entes para realizarse; que en tanto el fenómeno es cultural, supone entonces un poder económico y político, incluso en términos estrictamente existenciales.

De ahí también que, como en la realidad en cuanto tal, el poder tienda a concentrarse en elementos que así resultan poderosos; lo que en términos culturales se traducirá como estamentos y clases políticas, que detentan una cuota determinada de poder, con el que participan funcionalmente de la estructura social. Es por ello que la tendencia natural de la organización política de la sociedad sea a la oligarquía, en tanto se trata del ejercicio del poder por una clase minoritaria; que será además la clase con suficiente poder económico como para dominar el resto de la estructura, a la que pone a su servicio. Frente a este orden de suyo natural, es la excelencia funcional de la democracia la que resulte en un modelo artificial; lo que es lógico además, en tanto el orden político mismo es un fenómeno cultural, como redeterminación artificial de la realidad en su reflexión.

Sin dudas, hasta el consulado de Julio Cesar en Roma la cultura se resuelve en general con el fraccionamiento de la ciudad estado; y es sólo la Roma de Augusto la que consigue el desarrollo imperial suficiente, reproduciendo la planta original de Alejandro Magno como primer imperio efectivo y orgánico en Occidente. De hecho y curiosamente, el expansionismo de Alejandro Magno —iniciado por Filipo II de Macedonia— se va a disolver porque reproducirá la dinámica del cataclismo cretense; aunque esta vez de modo artificial, por su expansión incontrolada, que no le permitió organizarse como un imperio efectivo más allá del modelo oligárquico, encarnado en sus generales.

En ese sentido, hasta la configuración de la ciudad en la Atenas clásica se proyectaría como el destino de toda la cultura en su complejidad; no como una fatalidad manifiesta sino en esa determinación suya como una dialéctica, que es entonces singular; y que marcara todos y cada uno de sus hitos posibles a lo largo de su desarrollo, con esa excepcionalidad que sobrepone a Occidente en el mundo. De ahí que la imagen comience con el peripatos, un camino que de modo diríase que emblemático circunda la acrópolis de Atenas; como si esta fuera la plaza misma, el areópago en el que los dioses, que son o figuran la determinación de la realidad, discuten acalorados en su propia relación los próximos eventos.

Después de todo, peripatética se llamó a la escuela de Aristóteles, que ejercía paseando a sus discípulos por el jardín de Apolo Licio; y el peripatos parece así el carácter que marca la evolución de los fenómenos, como del movimiento por el que transforman sus valores dialécticos, de cuantitativos a cualitativos. Se trata entonces de esa especie de principio llamado del éxodo, que debe concretarse a partir de esta experiencia del desplazamiento, pero más allá de la simple metáfora; esto es, en una consistencia en la que repite los mismos efectos, con esa refractación mecánica con que se expande la realidad.

Peripatos, el periplo de la cultura hacia su apoteosis en Occidente es un libro en preparación, que pretende sistematizar antropológicamente una evolución de la filosofía, de modo que funcione como una conciliación epistemológica de todas sus escuelas, en función de un Realismo Trascendental.


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