Thursday, January 14, 2016

Comparación funcionalista acerca de la Biblia y El Capital


Por Ignacio T. Granados Herrera

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Una reducción ideológica típica tiende a identificar a la Biblia cristiana con El capital de Carlos Marx, en el sentido de su valor doctrinal; lo que sólo ilustra el amplio desconocimiento de ambos volúmenes, al confundirlos hasta en su respectiva función estructural, y por ende en sus respectivos alcances. No es que no existan similitudes formales entre los modelos políticos del llamado socialismo real —auto fundado en el Marxismo—[1] y el modelo político cristiano; sino que a diferencia de la Biblia respecto al Cristianismo, El Capital no es un libro que recoja los fundamentos históricos de su doctrina; que es en definitiva la función de la Biblia, al recoger los hechos atribuidos al Evangelio de Jesús, los testimonios al respecto y sus fundamentos en la tradición judía. Si existiera un documento con ese carácter fundacional dentro de una doctrina marxista, este sería sin dudas el Manifiesto comunista; mientras que El Capital sería más bien el equivalente de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, adentrándose en la justificación trascendente de los postulados políticos de su doctrina. Ni siquiera La ciudad de Dios, del segundo gran ideólogo del Cristianismo que es San Agustín —el primero es San Pablo— tiene este alcance de El Capital; que resume toda la metafísica del capitalismo, con las mismas recurrencias deterministas del de Aquino, que en definitiva es aristotélico.

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A esta referencia común del Realismo deberían ambos la sistematización orgánica a que logran abstraer la realidad; aunque a diferencia del de Estagiria deriven en ese determinismo absoluto —el de Aristóteles será relativo—, por su dependencia común respecto al Idealismo. En el caso de Santo Tomás, por la coerción del idealismo platónico en la tradición patrística sellada por San Agustín en la dogmática; en el caso de Marx, por la influencia fatal del idealismo hegeliano como referente epistemológico para su comprensión del mundo, incluso en una sistematización excelente como la de la dialéctica. En definitiva, a diferencia del Realismo tomista, el Materialismo marxista es funcionalmente seudo realista, como un exceso propio del Idealismo; como se vería en ese sentido crítico que lo hace resolverse en la referencia misma del Idealismo, a diferencia de la elaboración más positiva de Santo Tomás; y que aunque equivalente al carácter derivado del realismo aristotélico del idealismo platónico, tiene un carácter funcionalmente más negativo, con una menor consistencia propia.

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Regresando al valor funcional de El Capital respecto al Materialismo histórico o dialéctico, el problema provendría del carácter doctrinal del marxismo; pero no como filosofía sino al postularse cono doctrina de estado —si bien transnacional—, en ese sentido en que el llamado socialismo real emuló el modelo político y la tradición dogmática del Cristianismo. Esto se vería en la publicación de ediciones populares de síntesis de El Capital, que obviando su espesa metafísica ponen el énfasis en el valor ideológico;  igual que los tratadillos bíblicos tan comunes a las confesiones populares del Cristianismo, incluso con sus comentarios adjuntos de autoridades. Como respecto al Cristianismo, el problema de esta práctica es que consiste en una falacia política, que sólo conduce a la distorsión de la filosofía original; en función de justificar en una dogmática las aberraciones políticas del estado, al que se subordina esa filosofía, y por ende su comprensión de la realidad. La prueba de esto sería el descrédito creciente del Marxismo —y con este el del Materialismo histórico— con sólo el fracaso del llamado socialismo real; y que como modelo político que se justificaba en él, impedía sistemáticamente la corrección de sus excesos, como esa fatalidad del determinismo en su naturaleza idealista.



[1] Debe recordarse la paradoja en que resultaría la corrección de los excesos teóricos (idealistas) del Marxismo; y por la cual, el llamado socialismo utópico pasaría a ser en realidad literario, mientras el llamado real pasaría a ser utópico. Esto se debería a la serie de contradicciones estructurales que impedirían la formación de un socialismo real, con consistencia propia; por lo que el modelo realizado con ese nombre habría sido en realidad un esfuerzo por realizar el modelo literario de la utopía, originario a su vez  en el… idealismo platónico.

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