Sunday, September 21, 2014

Apuntes para una historia de la singularidad islámica


La virulencia de la última cruzada entre árabes y cristianos no debería torcer las perspectivas, su naturaleza es cultural y no bélica; no importa si este belicismo es el que marca esta virulencia, con la tensión en que chirrían las móviles fronteras entre un mundo y otro, a veces superpuestas. La historia es compleja pero por eso mismo puede explicarlo, y en definitiva el enfrentamiento tampoco es puro; el lado cristiano sólo tiene de cristiano el origen, que le determina el perfil pero en modo secundario, porque lo que importa es la materia misma. Es en ese sentido en que habría que observar la excepcionalidad que dio al traste con el temprano republicanismo islámico (1031); que marcando la desintegración del califato de Córdoba, supone la hegemonía del abasí de Bagdad, apoyado en la autoridad de los ulemas para suplir —con la justificación trascendente de una teología que se legisla de modo puntual y no sistemático— su cuestionable legitimidad.
Hay que tener en cuenta que precisamente el origen omeya del califato de Córdoba se debe al desplazamiento de esta familia de Damasco por la abasí, que debe elaborar su legitimidad por su lazo de origen —más débil— en la familia del profeta[i]. Como peculiaridad, el asentamiento islámico en la península ibérica es de corte progresista y basado en los avances culturales; y aunque la tradición reconoce el gran peso de la cultura Abasí —más que todo por la visibilidad de Las mil y una noches—, esta cultura no tenía en Bagdad la organicidad institucional y secularista que tenía en Córdoba. Como prueba de esto último se vería la política de conversión, muy contrastable en ambos reinos; mientras en la esfera de Córdoba se desestimulaba la conversión por las exenciones fiscales que proveía, en Bagdad se estimulaba para acrecentar la influencia doctrinal, base del poder (religioso) del califa.
Eso sería lo que explique el secularismo seminal del islamismo ibérico, también comprensible en un marco filosófico marcado por el descubrimiento y estudio de la tradición aristotélica; que aunque también se encuentra en el califato de Bagdad, ni es tan fuerte ni cuenta con el estímulo gubernamental; sino que antes bien cuenta con la desconfianza de las castas religiosas, basadas en ese suprematismo moral (costumbre) de la autoridad religiosa, no en la discusión racional. También todo eso explicaría la debacle del mundo musulmán en Córdoba, aunque esta decadencia demoraría aún a lo largo de varios siglos; desde ese 1031 en que se declara la república de Córdoba y se fundan las taifas, hasta el 1492 en que cae el reino de Granada, último bastión musulmán en occidente.
 
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Pero en todo caso eso es precisamente lo que explica la naturaleza cultural del radicalismo contemporáneo del mundo árabe; que contrario al cristiano, no puso su énfasis en el desarrollo (tecnológico) de la cultura, sino en la conservación (religiosa) del status quo; distinto también del desarrollo que despuntaba en córdoba, aunque todavía tan débil que no pudo evitar la fractura política del califato, sentando un precedente que tendrían muy en cuenta las familias poderosas del Islán. Aún, quien quiera hacer la apología de occidente por esta peculiaridad, debe recordar que el secularismo occidental triunfa por el despotismo temprano de Carlo Magno; quien para distanciarse de la tutela religiosa, impuesta por Roma como capital del cristianismo, crea y alimenta su propia base intelectual, que le proveería su propia justificación trascendente; en la misma religiosidad intelectualista con que la política abasí recurrió a la autoridad de los ulemas, tan (moralemente) incuestionable como la (racionalista) de los teóricos.


[i] . La pretensión Abasí al califato se basa en el ascendiente de Abbas ibn Abd, un tío de Mahoma; sería su bisnieto, Muhammad Alí, quien comenzara la campaña familiar por el trono, como oposición. Las familia abasí lograría el acceso al poder en el 750, cuando los últimos omeyas huyen a Al Ándalus, donde fundan el califato de Córdoba.

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