Sunday, September 14, 2014

Conspiranoia

Lo único que hace inaceptable hoy día una teoría del auto ataque en el atentado de Septiembre del 2001, es la enormidad del horror; pero quien quiera que haya lidiado con la monstruosidad de un gobierno —y eso que se ha dado en llamar política real— sabe que eso es possible. Demostrarlo es otra cosa, pero tampoco se trata de una acusación positiva; es, en tanto teoría, una postulación negativa, basada en la evidencia que reblandece la tesis official. También, después de todo, es de sentido común desconfiar de toda tesis oficial incluso como principio; ya que en el hecho mismo de ser oficial está destinada a justificar las acciones del gobierno de que se trate, como la teología en las religiones. Como en ese caso espantoso de septiembre del 2001, el terror del extremismo islámico ladra en las noches de Occidente; y el mismo pudor que se niega a que lo del 2001 fuera un auto atentado, se niega a que este terror sea autoinfligido por ese cinismo atroz de la llamada política real. Sin embargo, refiriéndose también a una política —presumiblemente secreta— del gobierno… sería también razonable. 

No se trata ya, entonces, de si son los mismos gobiernos de Occidente los que secuestran y mutilan a los occidentales; aunque sin descartar esa posibilidad, sin dudas también atroz, hay otras posibilidades más simples y razonables. Tal es el caso de la irresponsabilidad con que el diferendo directo de la llamada guerra fría se resolvía en formas tangenciales; cuando Occidente armaba y apoyaba con toda su logística las ideologías extremistas que debilitaran en su virulencia el hegemonismo imperial de Moscú. Hay pistas —quizás falsas— de que el líder del terrorismo árabe tenia vínculos de negocios con el gonierno norteamericano; pero eso ni siquiera es necesario, basta aquella irresponsabilidad con que se alentó el suprematismo religioso contra la occidentalización que promovía Rusia en Afganistán. Después de eso, el caso del Califato desarrollado al norte de Irak no es menos sospechoso, aunque sí más atroz en sus implicaciones; porque aunque esta vez no se tratara de un apoyo directo a ese extremismo, Se trataría sin embargo de haber carcomido el muro de contención que lo regulaba. La desaparición de Sadán Hussein del panorama del Levante es así la perpetuación de una crisis previsible; diz que con la esperanza de un florecimiento del modelo democrático occidental, en lo que habría sido una de las propuestas más irracionales y absurdas del mundo; peor aún que eso, desvela para siempre al fantasma de las mentiras con que se depuso al tirano. Se alega la supremacía moral, pero esta resulta insostenible ante la complacencia de Occidente con cualquier tiranía que le garantice sus negocios; cuya única excepción habría sido el distanciamiento con Mubarack el egipcio, que daría paso a la primavera árabe, y con ello a una legitimación eventual de la Hermandad Musulmana.


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Más allá de todo eso, lo cierto es que la frontera norte de Irak es demasiado problemática para los Estados Unidos; no es sólo una cuestión económica (petróleo), aunque esta sea también tagencialmente importante; es que esa frontera norte participa del conflicto del Kurdistán, que afecta directamente a Turkía, que es parte de la Unión Europea y la OTAN. El estado islámico del norte de Irak y el sur de Siria puede servir así como ente regulador de las pretensions del Kurdistán; una labor de higiene política que corría por cuenta del terrible Hussein de Bagdag, que ya no trabaja entre nosotros. La alimentación de la brutalidad del extremismo musulmán por Occidente no es así descabellada, aunque sólo lo haya sido a corto plazo; pues como siempre, el mal es un monstruo de mil cabezas, al que le salen dos por cada una que le cortan, que es el descuido en que se solapa la ambigüedad ética de los gobiernos. No debería asombrar a nadie que este terror fuera un error de cálculo del gobierno norteamericano; o peor, una maniobra de sacrificio calculado, que arroje nuevas sombras sobre aquel septiembre de terror.

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