Wednesday, September 30, 2015

De los problemas de la voluntad y el individuo

Por Ignacio T. Granados Herrera
Cualquier comprensión de los problemas de la voluntad —incluso para el Marxismo— va a tener que referirse a Nietzsche, más aún que al mismo Hegel; ya que en este último el acercamiento es meramente intuitivo, desprendido del de naturaleza y en tanto relativo a la individualidad; pero no mucho más explícito que en alguna alusión, puesto que su propio interés está en la naturaleza como dinámica de género y carácter. Nietzsche en cambio se concentrará más en el tema de la voluntad, aunque su sistematización sea más bien moral y aforístico, funcionalista antes que estructuralista; y esto se ve porque aunque en con un sentido más literario que filosófico, puede establecer en este modo cuasi antropomorfista la naturaleza antropológica de la voluntad como objeto susceptible de comprensión.  En ese sentido, del patetismo con que Nietzsche se refiere a la voluntad de poder (en un sentido hegeliano además) se entiende este valor antropológico;  por el que la voluntad, como propiedad y carácter de un ente siempre concreto (aunque susceptible de generalización sistemática o abstracción) es a su vez propia de ese ente en cuanto consciente; que así se dirige a su propia conservación primero, y su expansión inmediatamente después, para asegurar más sistemáticamente esa propia conservación suya. 

Vale destacar que el prisma nietzscheano es puramente pesimista, lo que en su contexto de crítica moral (y no sistemática) del idealismo es relativamente realista; de donde esta capacidad mayor suya para comprender la función antropológica del comportamiento político, en un sentido opuesto al determinismo económico; no porque negara la naturaleza económica del poder, sino porque precisamente puede ver que la economía es la expresión formal en que se reproduce artificialmente la realidad, en la cultura. Lo que significará en definitiva esta aplicación práctica de la voluntad, es la reproducción del instinto de conservación natural, pero de forma consciente; es decir, reproduciendo en comportamientos convencionales, el instinto natural de subsistencia, en el que el mejoramiento de las condiciones sólo se dirigiría a garantizar dicho propósito. El individualismo capitalista tratará entonces de la atomización del gran cuerpo social, traspasando la responsabilidad individual a cada individuo; en lo que sería entonces una racionalización mejor de las convenciones formales con que se estableció la cultura como naturaleza artificial y específicamente humana,  siquiera como nuevo nivel de desarrollo estructural. 

Comprar en Kindle
Obviamente, el proceso que siga será la reorganización de la estructura política, potenciada en un nuevo nivel de complejidad; cuya mayor eficiencia redundaría en una nueva repotenciación, como otra vuelta de la espiral de desarrollo dialéctico. Lo importante de ese proceso, es que daría lugar al reacomodo constante de los verdaderos intereses del conjunto social; por medio de la satisfacción de cada uno de sus individuos, siquiera en la forma progresiva y escalonada que permitiría la creación continua y acumulación de riqueza, como esa base material necesaria. Por otra parte aún, de este modo se evita la realienación del individuo, y por ende de la clase de la que este participa, en el sometimiento servil a la burocracia gubernamental; que sea esta de carácter político como en el caso del llamado socialismo real, o económico como en el capitalismo utópico,  redunda siempre en detrimento del desarrollo general; producto de aquel viejo principio del éxodo o de la hégira, en que el desarrollo institucional restringe con su dinámica centrípeta el desarrollo (centrífugo) de la estructura total; revirtiéndose entonces en violencia política, bien por la refundación revolucionaria o en la simple represión del progreso, como contracción previa al nuevo desarrollo en el primer caso, o mantenimiento del status quo en el segundo.

Otros libros en Kindle
En todo caso, como propiedad del ego, la voluntad va a subordinarlo todo a la satisfacción del mismo, no importa si sus necesidades son artificiales; ya que en definitiva la cultura misma como naturaleza es una convención,  y el conjunto de necesidades que crea son todas artificiales en algún punto, y en ello mismo son naturales; lo que va a redundar en la distorsión del sistema económico y hasta sus propias referencias morales, si se viera constreñido a una austeridad programada o a cualquier forma de violencia contra el individuo. La razón de que eso no ocurriera antes, como hasta el arribo del individualismo moderno, sería porque la experiencia existencial misma no había contemplado nunca esta apoteosis de la individualidad; pero aún en el estrecho margen de los ciudadanos libres del capitalismo antiguo (esclavista) esta era una convicción tan poderosa, siquiera intuitivamente, que devino en el modelo de democracia clásica; al que curiosamente se oponía sistemáticamente el partido de la dictadura en Atenas, formado por la oligarquía aristocrática, y al que perteneciera el padre del idealismo.

No comments:

Post a Comment