Friday, September 25, 2015

De la primera ley de la dialéctica

Por Ignacio T. Granados Herrera
El problema básico con la primera ley de la dialéctica leninista sería justo el de la perpetuidad de esa lucha de contrarios; que no tiene en cuenta que su contradicción no es gratuita, sino que se debe a una funcionalidad, como el valor que los unifica en su respectiva complementariedad. Así, a todo lo largo de la historia, la contradicción no estaría en este enfrentamiento en sí; sino que dicho enfrentamiento surge de esa función, por la que las clases superiores se sirven de las inferiores; en tanto el capital como representación del poder (relativo) les permite delegar en estas sus propias funciones productivas. Eso se habría visto en la sociedad clásica como primera apoteosis económica desde las sociedades primitivas; que eran capitalistas, aunque ese capitalismo fuera tan primario que lejos de industrial era agrario y artesanal, pero igual estructurado en el comercio; y cuyo medio de producción era el esclavismo, pero como delegación de los ciudadanos libres, que así podían dedicarse a la política como su actividad más propia. Es decir, primero, que el desarrollo de la historia no es lineal sino circular como principio, en tanto se trata de una reproducción mecánica de lo ya dado; sólo que inmediatamente elevado a una potencia, dada a su vez por el nivel de desarrollo económico y tecnológico,  que permite una mayor o mejor racionalización del fenómeno político como cultural[1].

De esta exponenciación entonces es que se entiende el sentido espiral de la dialéctica, como la reproducción final de los modos de producción; desde el esclavista —que ya incluía el factor transaccional de la plusvalía— por el capitalista, aunque pasando por la contracción política de la economía que fue el feudalismo. Esta circularidad de los desarrollos impedirá necesariamente la formación del imperialismo como un modo de producción estable; y mucho menos por tanto como fase superior del capitalismo, al que definiría sólo como una anomalía, proveniente de la contracción económica del feudalismo. Obviamente, desde su mismo inicio en la agricultura, la economía tiene un carácter imperialista; pero contrario a lo que sugiere este carácter económico, este imperialismo respondería más bien a un modo de producción feudal, por su naturaleza conservadora; visible en su propio desinterés en el desarrollo tecnológico, así como en su apelación constante a una justificación trascendente (moral) y no pragmática. Lo que ocurriría es que en tanto histórico y real, el desarrollo económico sería ambivalente, proyectándose en un modelo primeramente feudal o capitalista; esto según su dependencia del dinero como representación convencional del poder, más primario en el modelo feudal y más sofisticado en el capitalista.

Comprar libros en kindle
De ahí entonces la mayor racionalidad del principio de complementariedad al hablar de la lucha y unidad de los contrarios; que así se explicaría como la otra tendencia de una clase inferior a sustituir funcionalmente a su inmediatamente superior, que a su vez trata de detener o ralentizar este proceso; pero justo como su propia decadencia crítica, dada por su paulatina irrelevancia política, debido a la emergencia económica de esas clases inferiores, como consecuencia del desarrollo económico; revertido en un mayor acceso de esas clases inferiores a los bienes de consumo, y por ende una mayor capacidad para sustituir a esa clase superior en su función política. El estrechamiento paulatino de la circularidad de este desarrollo en espiral, significaría una distensión paulatina de las tensiones propias de esta contradicción inicial;  que siendo de la forma en que se relacionan las distintas clases entre sí, iría desde un nivel crítico en sus inicios —marcados por la violencia política[2]— a esa distensión posterior; como la realización progresiva de esa complementariedad inicial por la que se relacionaron de forma tan crítica en un inicio.


Notas:

[1] . Aquí existiría el peligro de la insuficiencia de la necesidad, como en las demostraciones de Dios por el primer motor inmóvil; que existe y es inmóvil por necesidad, pero sin que esa necesidad sea explicada fuera de sí misma, y por ende sea arbitraria. Este problema sería superado en tanto se comprenda que eso ya dado es la realidad en sí, y que es su reproducción mecánica o tecnológica (artificial) lo que es la realidad histórica, con valor estrictamente humano, como naturaleza, en la cultura, en esta exponenciación suya.
[2] . El tema de la violencia deberá verse en su propio contexto cultural, como la forma más primitiva de relacionarse del Ser con su entorno; sea por miedo o por ansia de conquista, incluso si esta conquista es de la propia libertad, ya que responde al problema de la voluntad, que no es sólo de existir (sobrevivir) sino de hacerlo del mejor modo posible. Hay que tener en cuenta entonces que la ética es una reflexión sobre convenciones necesarias para la coexistencia, y no un comportamiento innato fuera del marco de la cultura; como una convención que incluso en esa cultura precisará de tiempo no sólo para mejorar y hacerse más funcional en su racionalización, sino incluso para ser aceptada en ese valor convencional.

No comments:

Post a Comment