Friday, November 11, 2016

Sellout or the burst part of Bernie or burst

La parte más sorprendente del proceso electoral norteamericano, puede que no sea la elección de Donald Trump; puede estar en el otro proceso de la nominación demócrata, y residir en el sellout de Bernie Sanders. Hay que aceptarlo, todavía Sanders es la figura más carismática y atractiva de todo el proceso electoral; pero aunque se pueda acusar a los demócratas de manipular el proceso, lo cierto es que Bernie Sanders se entregó sin la pelea que prometió. Poco importan sus amenazas de mantenerse vigilante desde la izquierda de Hillary Clinton, ese no era el propósito de su candidatura; y la prueba está en lo rápido que su postulación devino en el movimiento popular del Bernie or burst. Desgraciadamente, las alternativas son siempre falsas, y transar por el Bernie or burst fue apostar por el burst; que comenzó cuando sin consultar con sus seguidores, Bernie Sanders se avino a la tentación de una mayoría legislativa.

Al aceptar la propuesta demócrata, Bernie se comportó con la misma soberbia de los políticos profesionales que criticó; y peor aún, apostando a una mayoría por ganar, que existía sólo en los planes de ese partido tan desacreditado que él tuvo que postularse como su salvación. De ese modo, Bernie Sanders como Elizabeth Warren, habrían actuado con la misma miopía de unos medios devenidos en voceros de su propia soberbia; y sobre esa base tan decepcionante, es legítimo preguntarse a dónde habría conducido un liderazgo suyo. Todavía el partido demócrata no parece haber comprendido lo que pasó, ni tampoco los medios que le sirvieron de voceros; es comprensible, su egoísmo no les permitió conceder la prioridad a los intereses populares, ni siquiera por instinto de conservación. En verdad, el partido demócrata ha demostrado ser tan miope que hasta perdió la primacía de haber tenido el primer presidente negro; con un Obama que tuvo que descender a la mediocridad en su segundo mandato, poniendo en evidencia los compromisos que lo pusieron allí; contra la dignidad de una élite republicana, en la que Condoleezza Rice y Collin Powell llegaron a donde llegaron por méritos propios, incluso si cuestionables; no en la abyecta negociación que lo dejó impotente ante la brutalidad policial racialmente motivada, y haciendo campaña por su enemiga política.

Aún, los demócratas ni siquiera se están lamiendo las heridas con dignidad, sino que están demostrando la torpeza que burlonamente achacaron a los republicanos; al menos, los republicanos habrán tenido que aceptar un candidato que no les gusta, pero supieron asegurarse una súper mayoría legislativa, mostrando más talento y eficacia que los demócratas. Hoy Bernie Sanders critica las mismas manipulaciones del partido demócrata a las que se avino cuando aceptó aquella promesa de liderazgo sobre una mayoría inexistente; más desapegados todos de la realidad que la misma jerarquía católica, que nombra obispos sobre jurisdicciones desaparecidas, pero al menos no sobre las por ganar. 

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