Thursday, November 17, 2016

La ley mordaza en internet

Los supersitios de internet, como Google y Facebook, les han declarado la guerra a las falsas noticias; queda por ver cómo le harán, aunque obviamente será con algún tipo de filtro, que funcione como una censura virtual. Curiosamente, el anuncio coincide con la derrota de la candidata del partido demócrata a las elecciones norteamericana; que casualmente era la favorita de estos imperios de internet, acusados de filtrar la información sobre la misma en sus sitios, que funcionan como monopolios virtuales de la información. Más grave aún, la candidata demócrata era la clara favorita de los grandes medios y conglomerados de la información; que alineados al falso liberalismo de la élite demócrata, en realidad funciona como una nueva derecha.

De hecho, el partido demócrata se niega aún a reconocer que su campaña fuera defectuosa, ya desde la imposición de esa candidata; con unas manipulaciones que salieron bien pronto a la luz, aparte de la connivencia de esos medios, que la auparon al tiempo que negaban toda visibilidad al favorito popular. Entre el rosario de culpas que reparte el partido demócrata en su inconsecuencia, está la difusión de información falsa; que en puridad se refiere a la campaña de desprestigio sobre su candidata, más caracterizada por la consistencia y la exageración que por la mentira; pues consistió sobre todo en la repetición y el eco de la información filtrada por sitios como WikiLeaks, que no eran mentiras.

Eso es lo preocupante, la voluntad de las redes de filtrar la información, imponiendo una ley mordaza virtual; que obviamente bloquearía el flujo de fuentes alternativas, como un recurso al margen de ese monopolio de los medios. Habrá de recordarse que la difamación, el libelo y la fiabilidad de las fuentes son las justificaciones habituales de los regímenes totalitarios; que con la pretensión de salvaguardar la verdad imponen sus leyes mordazas y restricciones al flujo de información, sobre la que ejercen un monopolio efectivo. Habrá que recordar también que estos supersitios suelen tener relaciones armoniosas con esos regímenes, a cuyas demandas se pliegan; trátese del gobierno chino o el cubano, que ni aun así les abre por completo sus dominios, por sólo poner un ejemplo.

Es inútil protestar ante la soberbia y la arrogancia elitista de este falso liberalismo, que obviamente no cambiará esta proyección suya; porque ya de lo que se trata es de una cultura política, basada en la manipulación abierta de las masas, encajadas en ese modelo prefabricado de una cultura popular. Sin embargo, sería bueno que tuvieran en cuenta que sus monopolios son virtuales y no efectivos, y la participación en ellos es puntual y voluntaria; pues incluso en el caso de una apoteosis de la llamada singularidad tecnológica, el consumo de información es siempre una potestad individual. 

En este sentido, la declinación de los medios será económica, pero es también un fenómeno cultural; que responde a su creciente irrelevancia, paralela y proporcional a esa misma arrogancia con que se postularon como el cuarto de los poderes convencionales. Así también, la gente puede descubrir que no necesita el ego boost que les brindan las redes, como único beneficio a su lealtad de consumidor aborregado; y eso puede coincidir con la deflación de ese sistema piramidal que alimenta a las redes con el mito de la industria publicitaria, en un mercado ya saturado y sin contenido real.

No se trata de un vaticinio, que es imposible a estas alturas de la complejidad de los problemas culturales; pero sería un destino tan lógico como la vergonzante derrota de esa candidata demócrata ante el más improbable de los republicanos. De hecho, este controvertido proceso electoral tiene sustancia para más de una teoría conspirativa; comenzando por el estímulo de Bill Clinton a la candidatura de Trump, y pasando por la descuidada retórica de este último, que permite dudar de que realmente le interesara la presidencia. Más importante que todo eso, y como advertencia esas pretensiones de arbitraje de la información, sería esta potestad tan propia de lo real; que arroja resultados impensables y paradójicos al rostro de quien se crea tan listo que puede manipular la realidad.

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