Tuesday, June 28, 2016
Carta a Facebook y al mundo
Recientemente Facebook bloqueó mi cuenta, como
castigo por haber posteado una foto con un semi desnudo femenino; la foto la
compartí a consciencia de estar transgrediendo las normas de Facebook, en
solidaridad con dos amigas, que la habían publicado anteriormente. Las normas
de Facebook son claras, y están dirigidas —como todo lo terrible— al bien
común, que es terrible en sí mismo porque es un índice de mediocridad; y
realmente, si Mark Zuckerberg está tan preocupado por la
pornografía, debería tener el sentido común de no dejar el criterio a la
difícil eficacia de un algoritmo. No estoy molesto con el
ducado de Facebook, estoy cansado de su mediocridad y autoritarismo, de sus
maneras de señorío feudal; porque así como estoy consciente de sus normas,
también lo estoy de lo poco —si algo— que Facebook me reporta, a cambio de lo
que yo sí le reporto.
Seamos claros, gracias a Facebook he conocido a más
personas, más o menos igual que si no estuviera invirtiendo mi tiempo aquí; a
cambio de eso, no sólo soy un cliente potencial a quien el sitio expone sus comerciales,
también le proveo contenidos en que engancharlos para mí y mi círculo de amigos
y conocidos. Fuera de ese intercambio, en que la parte de ellos es la del león,
este sitio no me reporta nada; ni dinero ni trabajo ni ideas, ni nada que uno
pueda valorar como sustancioso. Todo eso es voluntario, pero como todo está
sujeto al nivel de tolerancia individual, y ciertamente ya lo ha rebasado con
tanto autoritarismo; a cambio del cual, lo único que obtengo es el privilegio integrar
su rebaño de consumidores pasivos, sobre el que Marquitos expone sus maneras de
falso liberal.
Conociendo las reglas, y estando más cansado que
molesto, no caeré en el infantilismo de una perreta inconsecuente; no caeré en
ese forcejeo absurdo e infantil de clocar fotos transgresoras usando trampas,
como esta de ahora mismo, en que aparecen vinculadas a otro sitio. Mi
participación será errática por los próximos tiempos, hasta que decida qué
hacer en modo definitivo. Mientras tanto, resetearé mi cuenta de My space, que
como todo lo viejo es más pobre pero menos invasivo; y mi aspiración es reducir
toda mi actividad en Facebook a lo meramente comercial, como era en el
principio, y debe ser ahora y siempre. Para los que quieran mantener el
contacto, estaré allá afuera en la vida, que es lo que ocurre mientras uno
pierde el tiempo aquí; y quizás el duque Don Marcos se de cuenta de que su
imperio es de aire, y que depende de la voluntad de la gente para renunciar a
su dignidad individual por la posibilidad de hacerse un selfie.
Ese imperio es de aire, porque todo el mercado del
marketing es una gran burbuja, con el mismo esquema piramidal de las empresas
de participación; en el que todo el mundo apuesta al mercadeo más agresivo, llenando
la internet de spam tras la quimera de los altos ratings de conversión. No se
trata ni de discutir la factibilidad económica de una estrategia ya viciada,
sino de respirar tranquilo mandándolos a la mierda; lo que incluye el usarlos
para lo que sirven, como una trampa de cliks, por más que difícilmente estos se
conviertan en algún dividendo real. Por lo
pronto también, ya he recuperado el sano hábito de monitorear las mentiras de la
prensa directamente en la prensa y no en los azarosos links en Facebook; y la
vida ha recobrado en estas veinticuatro horas de limitación, la amplitud que
solía tener antes de que yo accediera a ponerme este maldito bozal que adultera
la profunda belleza de mi voz.
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