Internet es un espacio intemporal, en el que las cosas pasan cuando te
las tropiezas y te afectan; lo que no es malo ni bueno, si al fin y al cabo es
sólo una extensión virtual de la realidad, que tiene sus propias reglas. Lo que,
si no cambia en ninguna realidad, virtual o no, es el sentido de la dignidad y
la suficiencia; es decir, el honor y la grandeza, por la cual las personas
viven de acuerdo a determinados principios y es consecuente con ellos. El mejor
ejemplo de eso es la diáspora cubana, que ha debido mediar en la fractura de la
cultura nacional; con contradicciones graves que dibujan nuestra evolución, desde
la radicalidad comprensible de un exilio histórico a la conciliación de una
simple diáspora. En todo caso, la generación nacida entre los años sesenta y
setenta del siglo pasado ha tenido que hacer sus propios equilibrios; y
distanciándose de todo, mantener el amor a los recuerdos de una juventud que
todavía vivimos como si no hubiera pasado el tiempo. Eso se debe a que el
problema es de identidad, y defender nuestra experiencia de juventud es
defendernos a nosotros mismos; y parte se ese combate es la lealtad a nuestros
artistas e ídolos generacionales, que como un espejo de nosotros mismos nos
reflejaban en nuestros propios problemas. Por eso, cuando no hace mucho me
tropecé en uno de esos freaking show de Miami con Albertico Pujol y Carlucho,
puse mucha atención; no era curiosidad, era terror de ver a uno de los más
grandes actores de esta generación que se degradara hasta llegar al nivel de
nuestra televisión local.
Ahora se juega con la posibilidad de hacer en Miami una especie de saga
del serial policíaco Su propia guerra (Ver); que no esa ni con mucho uno de los
seriales que más nos representó, y que tenía una función abiertamente
propagandística. No se trata de acusar o no a los artistas cubanos, pues todos
los que atravesamos esa época sabemos que nadie puede tirar piedras; pero todos
hemos salvado nuestros abismos personales con más o menos alguna dignidad. En
aquella entrevista entre Carlucho y Pujol, el primero le recordaba al otro lo
despectivo que había sido una vez respecto a su futuro artístico; y en una
muestra de suprema mezquindad, haciéndose el generoso lo humilla ofreciéndole
su espacio de freaking show de Miami para que resolviera. Una de las
experiencias más tristes de la diáspora es ver cómo se desagua nuestra fuerza
profesional, incapaz de insertarse en la ferocidad del mercado al que
emigraron; y junto a historias de éxito en la mediocridad como la de César Evora, ha habido bajas más o menos dolidas pero comprensibles, como la de la
canta Tanya, y retiros dignos como el de Luisa Pérez Nieto; y todavía se puede integrar una de esas pequeñas trooupes de teatro, que en la precariedad salvan toda la dignidad que le falta al mundo..
Lo que sería imperdonable es que bajo cualquier excusa artística, un
talento enorme como el de Albertico Pujol condescienda a este mercadillo de
burlas que es la nostalgia cubana; en la que medra la seguridad del estado casi
abiertamente, y el gobierno de la isla nos sigue chantajeando por nuestra
incapacidad para romper amarras. Albertico Pujol puede asentarse en Miami por
el motivo que quiera, pero no tiene derecho a decepcionarnos con esta
incapacidad suya para realizarse; y hay mucha gente aquí que lleva su
frustración profesional con mucha dignidad, porque sabe que traicionándose a sí
mismo nos traiciona a toda su generación; siquiera con esta desesperación con
que tratan de montarse en el vagón de la reconciliación entre gobiernos como si
fuera su último tren. En todo caso, Albertico Pujol, que es grande entre los
grandes, debe recordar el matadero ridículo que fue Cubana de Televisión; pero
por sobre todas las cosas, que no nos humille humillándose a sí mismo de esa manera, que el Tabo no necesita
redención, si al fin y al cabo era solo un personaje.... o quizás no lo fuera y
el actor nos engañó?
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