Thursday, April 21, 2016

El problema del reggaetón y su significado

Por  Ignacio T. Granados Herrera

El problema con el reggaetón no es el reggaetón sino su significado, como expresión cultural concreta que es; tratándose de un baile extremadamente sensual, que de hecho es más explícitamente sexual que la simple sensualidad de una alusión al sexo; y que también apela expresamente a la violencia en su teatralidad, en una combinación que lo hace igual de extremadamente vulgar. Eso no es malo por sí mismo, la vulgaridad puede ser un valor estético (Kitsch) que en ello mismo tenga valores reflexivos; en todo caso, el reggaetón es una expresión cultural, incluso independientemente de si se trata de una cultura en franca decadencia o no. En este caso sí se trata de una cultura altamente decadente, porque es una cultura en la que el arte ha descendido al mercantilismo más vulgar; lo que significa la promoción de sus valores más inmediatos y pedestres, en busca de ganancias más fáciles e inmediatas también. 

Eso proviene de la confusión entre cultura popular y vulgaridad, como una justificación para el aprovechamiento de esos valores más bajos de lo popular; en un proceso que tiene mucho que ver con la descaracterización de los estamentos más precarios de la sociedad, sobornándolos con la falsa imagen del éxito que es propia del capitalismo. Esa última sería la razón por la que Cuba fuera tan susceptible a ese fenómeno reductivo de la llamada cultura popular; en cuyo afán mercantilista se aprovecha de graves grietas morales comunes al hombre postmoderno, como los afanes reivindicativos de las minorías; más grave aun cuando este carácter de minorías, con todo y ser relativo, se compone de varias categorías superpuestas de marginalidad. Eso hace más dramático el impacto moral del fenómeno del reggaetón en la cultura en general, provocando por ende una reacción de rechazo; que haciéndolo derivar más radicalmente aún a la confrontación, crearía una sinergia en este mismo sentido.

Ese es el problema del reggaetón, teniendo en cuenta además que cualquier alusión a un sentido moral del problema no lo es a una categoría sublime o metafísica; porque de hecho la moral es sólo el código de costumbres, y por tanto tiene que ver con la evolución peculiar de una sociedad siempre puntual y específica. En el caso cubano, por supuesto, este efecto de contradicción es más grave entre personas que no han seguido de modo continuo este proceso de evolución; por lo que el encuentro eventual con el fenómeno es necesariamente dramático, y relacionado con los otros elementos de la cultura, como la relación específica de la persona o grupo demográfico expuesto al fenómeno.


El caso cubano tiene además otras características, como la de su propia excepcionalidad política en la determinación de su cultura; haciendo que fenómenos habituales a otras estructuras culturales adquieran una connotación igualmente dramática cuando se refieren a Cuba. Eso es natural, ya que aunque esa excepcionalidad sea relativa —más deseada que cierta— es y ha sido también una referencia válida para esa redeterminación reflexiva de la cultura que es la moral; recordando nuevamente que esto no se refiere a la moral como una categoría sublime y metafísica, sino al simple manojo de costumbres que pesan en la nostalgia de cada quien. Todo eso sin embargo se sabría si la metafísica no hubiera desaparecido en ese proceso peculiar de la decadencia de la cultura en el mercantilismo; que pocas veces proviene de esa base popular a la que se protege con falso paternalismo, como objeto de lucro que es al final; sino de ese falso intelectualismo, que a ella acude para su propia justificación.

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