Sunday, March 13, 2016

La paradoja demócrata: Is Bernie or Hillary the wrong?

Ignacio T. Granados

Las oposiciones directas y proporcionales son falaces, porque en tanto abstractas tienen poco que ver con la realidad; pero por lo mismo son recurrentes en los discursos ideológicos, que suelen ser reducciones —at absurdum— y racionalizaciones excesivas de verdades aparentes. De ahí que, en la actual carrera presidencial, la tensión se establezca entre Hillary Clinton y Donald Trump como contendientes directos; que en realidad es una oposición aparente, ya que Hillary es la favorita oficial pero no la popular, evidenciando la otra contradicción del elitismo del partido. En ese sentido aún, se trata de descaracterizar a Trump por su retórica extremista y radical; en que, apelando a la manipulación moral, empuja al partido republicano hacia la extrema derecha del conservadurismo evangélico; así supuestamente opuesto al extremismo de izquierdas de Bernie Sanders por el lado demócrata, y frente al que Hillary se vende como una moderada racional. Sin embargo, ahí mismo vuelven a saltar las contradicciones, por la compleja actualidad política de los Estados Unidos; en la que ya ni siquiera se trataría de una crisis del modelo capitalista en puridad, sino de una crisis provocada por los excesos que lo llevan a un neo feudalismo virtual.

En ese sentido, que ya es de una situación paradójica —y por tanto compleja y llena de sutilezas— ya todo lo que ocurra es paradójico por principio; resultando que el extremismo aparente de Sanders con su militancia socialista es la contradicción de esta distorsión neo feudal del capitalismo; que lo equilibraría en la precariedad de un modelo económico individualista y en ello industrial antes que corporativo. Esta derivación al corporativismo habría sido una distorsión, por la que el modelo resulta en socialista por su dependencia de una burocracia parásita; que en la forma de falsa clase media en la administración ejecutiva de las corporaciones, es la responsable del empobrecimiento poblacional y la ineficiencia en los procesos productivos; que sería justo lo que hizo colapsar a las economías del llamado socialismo real, antes que su violencia política. Además de esta primera contradicción,  estaría la otra —derivada de esta— de la naturaleza práctica del discurso de Sanders; frente al mayor moralismo —y en ello hipócrita por su convencionalidad— de Hillary Clinton, en su crítica del aparente populismo de Sanders; y que en realidad es una relación de concesiones sistemáticas al corporativismo neo feudal, en un elitismo económico solapado; que no es menos —sino más— grave que en la tradición republicana, ya que incidirá más fuertemente aún en ese empobrecimiento de la población.

De ahí que la tensión verdadera sea entre el extremismo de la derecha evangélica con Trump y el del liberalismo económico de Hillary Clinton; frente a los que el socialismo ideológico —pero no programático— de Sanders resultaría en un conservadurismo moderado, dirigido a la preservación de los principios capitalistas del individualismo moderno. En definitiva eso sería lo que está en peligro, ante el empuje del radicalismo evangélico y el corporativismo económico; ambos fuertemente colectivistas, como modelos basados en la intrusión, la vigilancia, la culpa, la frustración y el adocenamiento. Esta paradoja habría sido introducida por una deformación anterior, en la resistencia reaccionaria a la elección del primer presidente negro por el partido demócrata, en la figura de Barack Obama; que aunque encausó el compromiso demócrata con el corporativismo —gracias a un inmenso capital político— como desde entonces prometía Hillary, no pudo evitar esta reacción; ya que no sólo se trataría del poder económico en su manipulación de las estructuras políticas, sino también del elitismo en este tanto como en las mismas. La relación entre Donald Trump y Clinton es tan fuerte y recurrente que es anterior a la emergencia de Barack Obama contra Hillary; poniendo en sospecha esa conversión de Trump apelando al radicalismo evangélico, como una posible manipulación para exacerbar los ánimos en favor del liberalismo de Clinton; toda vez que el interés real de Trump no estaría en la presidencia misma sino en el control del partido republicano, secuestrándolo ideológicamente.

Esa sería la razón de la retórica y el moralismo de esta confrontación actual, enmascarando su verdadero carácter tradicionalista; dado por la contradicción de la estructura política como convención sobre el orden social, ahora doblemente subvertido —por el neo feudalismo económico y la emergencia de una élite étnicamente singular— y por ello en crisis. El problema con el partido demócrata entonces parece ser que ha quedado atrapado en la doblez de su discurso ideológico y su práctica social; lo que además, lejos de reflejar una contradicción entre su élite política y su base popular, parece ser más un caso de contradicción ontológica; por el que ya la misma base popular es elitista en su liberalismo, actuando en contra de sus propios intereses; en ese desclasamiento por el que aspira al ascenso convencional en la pirámide económica, sin atender la imposibilidad de una estructura pensada para impedirlo; como de hecho ocurre en el vasallaje en que se reorganizan las relaciones de producción, con el modelo de subordinación neo feudal del corporativismo postmoderno. La pregunta de quién es el candidato correcto, depende entonces de cuál partido demócrata es el que lo postula; si el que accede a una auto corrección en la contracción al industrialismo individualista, el partido de la aristocracia neo feudal.

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