Por Ignacio T. Granados Herrera
Una comprensión de los excesos idealistas del
Marxismo enfrenta por principio la misma dificultad recurrente de todo
pensamiento filosófico; y esto es la relatividad de los conceptos que maneja,
tanto los que critica cono los que postula, tomados siempre como un valor
absoluto, que por tanto es excesivo. Así, el Materialismo es determinista y por
tanto con un efecto alienante que impedirá una comprensión adecuada de la
realidad; porque excluye de ella el factor de la voluntad humana, que media
entre la realidad en cuanto tal y en cuanto humana. Eso, por ejemplo, será lo
que la intuición platónica hasta Hegel figuraría dramáticamente como el Demiurgo,
negado por los excesos racionalistas —a partir de Marx— en su valor entitivo;
sin tener en cuenta que como representación de la realidad en una figura
dramática, este valor entitivo suyo es relativo y por tanto con alguna
consistencia, siquiera derivada del sujeto de conocimiento. De todas formas, lo
primero no se refiere a que no existan determinaciones de la realidad, tanto en
cuanto tal como en cuanto humana; lo que sería absurdo, puesto que por su misma
condición formal dependen necesariamente de estas determinaciones suyas; sino
que se refiere al alcance relativo de estas determinaciones, ya que entre ellas
ha de comprenderse el elemento aún inefable de la voluntad.
Por supuesto, esa comprensión de la voluntad, y
por ende del ego, se refieren directamente al efecto de redeterminación; que
sería el que reconvierta la realidad en cuanto tal en realidad de valor
estrictamente humano, justo por la administración de los medios de
producción. Eso ya relativiza por
principio el absolutismo de las propuestas de Nietzsche y Schopenhauer sobre la
voluntad y el ego; cuya absolutización sería lo que habría impedido
sistemáticamente la relativización de la determinación económica del
Materialismo. Se entiende de eso, además, que el carácter condicional de este
determinismo no se referiría sólo a su establecimiento fenomenológico; sino que,
en tanto relativa a esta constitución suya, sería ya su propia naturaleza,
condicionándolo de modo permanente; es decir, que la determinación económica de
la realidad no sería relativa sólo por principio sino también factual y puntualmente,
en cada uno de sus casos. Eso sería lo que permita tanto la distorsión como el ajuste
que mejore funcionalmente la estructura capitalista de la realidad en cuanto
humana; desde su corrupción en el neo feudalismo corporativista del capitalismo
post industrial, y hasta el desarrollo progresivo de sus tendencias
socialistas.
En ese sentido debe recordarse que el llamado
socialismo real no habría sido sino una contracción del capitalismo industrial;
constituyéndose como de estado por su colectivización forzada de los medios de
producción, para devenir ni tan paradójicamente en corporativo; que es además
el modelo económico feudal, en que una élite burocrática administra los medios
de producción; estando esa diferencia reducida a que dicha élite estaba
conformada en principio por la aristocracia feudal, y ahora lo estaría por una clase
media; paradójicamente desprendida de la burguesía, por la apoteosis individualista
del capitalismo industrial, que impondrá este desarrollo del corporativismo
postmoderno. Conviene destacar que toda burocracia es también por principio una
clase parasitaria, dependiente de los procesos de administración; distintos de
los de producción, cuyos medios entonces desvía en su propio esfuerzo de
sostenimiento, tanto económico como político.
Eso explicaría la rápida espiral de ineficiencia económica de las
economías del llamado socialismo real; que sujetas al objetivo político antes
que el económico, ponen el proceso productivo en función de su administración,
resultando en su distorsión total.
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Sin embargo, eso también explicaría el proceso
parecido en el capitalismo corporativo, que es equivalente al del estado; ya
que igualmente depende de la administración del proceso productivo por una
burocracia que así se lo subordina, dando lugar a las mismas distorsiones.
Contrario en ambos casos al precario equilibrio del capitalismo industrial, que
es el único modelo dependiente de la gestión y capacidad individual; en el que
incluso los casos de inevitable ineficiencia, producto de errores de método,
son absorbidos y corregidos por el proceso productivo y la tensión del mercado,
sin integrarse a la estructura misma. El desarrollo de la ineficiencia
en el caso del corporativismo, provendría entonces de esa distorsión en que se
subordina el proceso de producción; lo que de modo concreto ocurriría cuando
las élites burocráticas desvían hacia sí ganancias del mismo, en la forma de
bonos y estímulos, primero de modo parcial pero luego de forma sistemática. De
ese modo, se dirigirán a la búsqueda de ganancia rápida, con énfasis en las
estrategias de ahorro y racionalización presupuestaria de las compañías; que ya
a mediano plazo resultan costosas en su simplismo, ya que esas estrategias de
ahorro no se basan en el conocimiento factual de los procesos productivos; sino
que antes bien dependen de la relativa inteligencia del burócrata y su
autoridad, repercutiendo en una desmoralización y el descomprometimiento del
colectivo directamente implicado en la producción. Habrá que recordar también que el
corporativismo no es sólo una práctica o un modelo económico concreto, sino que
dada su recurrencia y masividad es también una cultura; que por tanto afecta a
todo el conjunto de la estructura económica, condicionándola en su
comportamiento, al imponerle patrones y un ambiente legal específico.
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Eso quiere decir que si la determinación
económica del Materialismo fuera absoluta, este efecto de corrupción del
capitalismo sería inevitable e irreversible; que sería el error que
comprometiera al Marxismo en la radicalización violenta de la lucha de clases,
para terminar en el neofeudalismo del llamado socialismo real. La contradicción
provendría de que es la misma realidad en cuanto humana la que es capitalista,
por esa determinación económica —bien que relativa— suya; y por tanto el
capitalismo sería una condición insuperable de la misma, referida al capital
como el elemento en que se codifica el poder efectivo; como categoría
metafísica de la Potencia, que resuelve la realización de la realidad en cuanto
humana en sus fenómenos puntuales, y dada en la realidad en cuanto tal por la
fuerza física. De ahí que cualquier intento de supresión de esta condición sea violento,
y sólo resulte en su distorsión como naturaleza; mientras que su comprensión
funcional permitiría o hasta Impondría su mejoramiento progresivo, por medio
del pacto social. Para ello se requeriría de forma inevitable de la
recuperación del individualismo capitalista, por el poder facultativo del
individuo como ente político; que podría así, primero, regular la influencia de
las élites económicas en el pacto social, y luego la reforma progresiva del
mismo.
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