Por Ignacio T. Granados Herrera
Una discusión sobre las raíces religiosas de
los Estados Unidos no sería tan absurda como la del lugar de la religión en su
gobierno, porque son cosas muy distintas; empezando porque la constitución de
un gobierno es siempre un fenómeno civil, distinto de su naturaleza religiosa,
eventualmente opuesto incluso. La insistencia del extremismo religioso en la
ambigüedad de estos orígenes respondería a un abuso de ciertas élites políticas, que manipulan a su base popular con una retórica
populista; poniendo el énfasis en su carácter iletrado como un falso valor
popular en tanto contrario al supuesto elitismo de las corrientes progresistas,
en un también falso conservadurismo. De ahí que cualquier intento de
explicación racional desde un punto de vista histórico y no moral desnaturaliza
la discusión por principio, en tanto supuestamente intelectualista; cuando la
moral, como código de costumbres, es la serie de prejuicios en que se codifica
la experiencia, pero como base previa al juicio, y por tanto insuficiente como
tal en el ejercicio de lo político. Aclarado eso y vuelta a los orígenes
históricos de los Estados Unidos, estos son claramente religiosos; incluso en
ese mismo sentido de refundación de un orden político que tuvo el éxodo judío
con Moisés, sólo que en el culmen y apoteosis de realización de la Modernidad,
que es una circunstancia muy distinta. De hecho, esta nueva refundación no
apela a la unidad absoluta que tuvo el modelo original; sino que respondió más
bien a la extrema singularidad del secularismo griego, con su modelo de federación
sobre las ciudades estado que fueron las colonias originales.
En efecto, aún si puede reconocerse el espíritu
de los colonos en el de los cuáqueros y el calvinismo, no hay que olvidar que
el Calvinismo en general era una secta disidente; sin fuerza suficiente ni
propósito para una fundación institucionalista semejante a la del Catolicismo
romano, a cuyo corporativismo oponía su propio modelo de atomismo político; que
justamente recluye lo religioso al ámbito individual, más en consonancia con la
crisis institucionalista de la evolución de Occidente a la Modernidad. No importan
las contradicciones con que este proceso se realizaría, lógicas dada la
singularidad de las circunstancias particulares; y aún sería justamente en
Francia donde más explosiva fue esta contradicción, paralela y consustancial a
la crisis de la tradición monárquica, dando lugar al republicanismo como modelo
político más propio de la Modernidad. Esa sería la razón de la profunda identidad
entre el republicanismo francés y el evangelismo norteamericano; muy por encima
del supuesto ascendiente de la cultura civil inglesa, que es monárquica, y a la
que sólo acude la burguesía financiera para distanciarse de este origen burgués
en su mimetismo.
Es sin dudas curioso
que esa identidad del evangelismo norteamericano sea precisamente con el
republicanismo francés; pero en definitiva se explica por el profundo
secularismo implícito en la cultura norteamericana, expresado además en su
origen netamente popular; ya que independiente de que este origen sea
heterogéneo en cuanto a las nacionalidades que lo componen, siempre se trata de
los elementos políticamente marginados esta ideología suya; que insiste en el individualismo,
por oposición al corporativismo tradicional, y la constricción de la estructura
popular a sus clases populares; no importa si a la larga deviene en un elitismo
inevitable, por la paulatina especialización de sus diversos estamentos. El error provendría entonces de identificar
esas raíces religiosas con una institucionalidad política de la religión; que
habría sido precisamente el conflicto exacerbado por el Calvinismo de origen, y
esto sólo a partir de la misma protesta luterana, como su radicalización lógica.
Una religión más representativa del espíritu norteamericano sería la del Metodismo,
no importa su origen en el caos del protestantismo inglés; ya que como fenómeno
obedecía a esa crisis en que el individualismo moderno entre en colisión con el
corporativismo tradicional representado en la monarquía inglesa. En definitiva,
justo por su mesura, el Metodismo es el
credo organizado capaz de comprender el caos religioso de aquel momento
original; que asentado en las colonias americanas llegan a determinarla en su
proceso de independencia, pero siempre en una relación crítica con toda forma
de institucionalidad., sobre todo las de gobierno.
No comments:
Post a Comment