Por Ignacio T. Granados Herrera
Lo que el Marxismo plantea como conjunto de
contradicciones del capitalismo, que le harían derivar al imperialismo, habría
sido superado en la otra contradicción del llamado socialismo real; pero sólo
como una posposición o ralentización de su propio desarrollo, por esta
confrontación tangencial. Así, la debacle del llamado campo socialista en el
último cuarto del siglo XX tendría un efecto de aceleración en este proceso interno
del capitalismo, pervirtiéndolo con el paso de industrial a corporativo; en un
fenómeno que también se puede comprender en el principio de la hégira o del
éxodo, al sobrepasar la cultura esa capacidad de auto regulación o
racionalización en el valor institucional del mercado, pasando a determinarse
en lo político.
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Eso se debería a que en principio el mercado
habría sido una subnaturaleza, que en su suficiencia regía el conjunto de instituciones
con que se estructuraba la cultura; pero imponiendo un ritmo que garantizaba
más o menos la unicidad del conjunto, aportando la unificiencia que
anteriormente resolvía la religión en su fuerza centrípeta. Sin embargo, como
en el caso mismo de la religión, eso
redundaría en la sobreposición de esa subnaturaleza en una proyección institucional;
que otorgándole alcance político, le permite canalizar los intereses específicos
de sus élites propias, que así se establecen como una aristocracia de hecho. La
prueba de esto último sería esa misma convergencia de los sistemas políticos
opuestos que son el socialismo y el capitalismo en un sistema económico de
capitalismo corporativo; en el que las corporaciones se comportan como estados
virtuales, organizados en una burocracia, que en defensa de sus propios intereses
estancará el crecimiento real, depauperando progresivamente a la clase
trabajadora con su explotación sistemática. Esto último se entiende en el
contexto mayor en que se resuelve la economía a nivel corporativo,
reproduciendo la dinámica del llamado socialismo real; primero al establecerse
como estados virtuales y paralelos, con una economía entonces centralizada, al
organizarse alrededor del producto que ofrece la corporación; pero distorsionada
además por su planificación técnica, como las proyecciones sobre las que se distribuyen
los presupuestos y las ganancias de los accionistas, además del precio... de
las acciones, no del producto.
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Si bien es utópico entonces, lo cierto es que
el mercado es el factor de regulación y de la estructura política; pero sólo en
cuanto se mantenga a niveles industriales, en un efecto semejante al límite que
es la velocidad de la luz para los fenómenos físicos. Eso es también en lo que
es utópico, ya que su derivación de industrial a corporativo es inevitable,
dada esa misma sobreposición política que adquiere en su regulación de la
sociedad; tal y como sucediera antes con la religión, a la que precisamente sustituye en esta
determinación de la cultura como naturaleza, en tanto realidad.
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