Friday, March 27, 2020

Del amor en tiempos del cólera II


¿Cómo el desarrollo tecnológico no ha impulsado una apoteosis de las artes sino su decadencia? ¿Cómo la proliferación de blogs personales y canales de video en YouTube no significan sino esta misma decadencia? Pues en todos esos y otros casos, porque se trataría de que emulan a las instituciones en decadencia; es decir, en que se plantean como alternativas, en tanto significan una mayor accesibilidad, pero para lo mismo.

Ese sería precisamente el problema, porque de lo que se trata es de mantener el estado de la cultura moderna a todo lo largo del siglo XX; que es el momento de inflexión, en el que ya se dobla definitivamente la curva de la apoteosis comenzada en el siglo XVIII. Obviamente, el carácter secuencial de la historia no admite vacíos, y la cultura prosigue su propio desarrollo; pero esto a través de sus sucesivos hitos y depresiones, reflejando —por la función reflexiva de su valor formal— el trauma político de la redeterminación económica.

Es así que así como hay un arte decadente hay también un arte emergente, sólo que uno es visible y el otro lo va a ser; esto, cuando culminada la decadencia, florezca el que se ha estado desarrollando de forma subterránea. Pareciera incluso un principio bíblico —que es otra forma de reflexionar la realidad—, con aquello de los muertos que entierren a sus muertos; más radical que el otro de los ciegos que guían a otros ciegos, porque carece del peso moral de la conseja, en su propio valor dialéctico.

Probablemente nada se salve del desastre, porque lo que existe está determinado por esa decadencia; que así lo ata a su propia suerte, con las mismas promesas de siempre, cada vez más devaluadas. Lo otro no se tiene que salvar porque todavía no existe sino en su gestación, y no responde al estímulo de lo viejo; pero cuando salga a la luz con su propia crisis, tendrá que aprender a respirar y quedará sometido a su propio crecimiento.

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