Una teoría realista del
conocimiento pone el énfasis en el aspecto antropológico, dado que se trata de
un fenómeno cultural; hecho soslayado por la tradición epistemológica, que
obviando su propio carácter tradicional se establece como un referente absoluto.
En ese sentido, el pitagorismo de Sócrates y Platón, afirma que conocer es
recordar, apelando a la experiencia de vidas pasadas; que en tanto supuestas,
no alcanzan para sostener con evidencias lógicas una práctica que es
evidentemente cultural. El realismo aristotélico pareciera aportar un
acercamiento más eficiente, en su propia teoría de la determinación de la
substancia; dando lugar a esta compresión antropológica del proceso de
conocimiento, en tanto fenómeno propio de la cultura.
De este modo, la relación
consciente (racional) o no (compulsiva) de dos ideas, dará lugar a una tercera;
que al no provenir directamente de la experiencia sino de la relación (inteligente)
de ideas anteriores, tendría un valor (intelectual) como su propia consistencia
(lógica). Esto identificaría funcionalmente además a la intuición, como la base
necesaria para el juicio; en ese estado previo al mismo (prejuicio), como esa asociación de
elementos relacionados con el objeto de conocimiento, para su comprensión. Eso,
también de hecho, resolvería la contradicción del espiritualismo pitagórico del
que parte Platón; en el sentido de que hace innecesaria la existencia de unas
vidas anteriores, sólo postuladas hasta ahora por las prácticas religiosas en
sus doctrinas sobre la reencarnación.
Esto es precisamente lo que ja
comenzado a cambiar con el apogeo de la física cuántica, y su teoría de súper
cuerdas; una de cuyas variantes tiende a la superstición (por su debilidad
teórica) del universo multidimensional. Debe aclararse que la idea misma del
multiverso es sólida en este mismo sentido de la superposición de dimensiones;
pero en una forma mucho más compleja que la de simples universos paralelos, que
se repetirían con ligeras variaciones. Esta última es la que resulta en una
superstición siquiera en principios, por las sucesivas contradicciones que
supone; como la de la secuencia temporal en que se establece la variación, y
hasta la referencia básica de la misma; es decir, qué universo o dimensión es el
que varía o muta en cuál y por qué, como el problema de sus respectivas
consistencias.
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Sin embargo, el hecho de que
nuestra realidad se resuelva en tres dimensiones, postula una secuencia lógica;
en la que la realidad es un estado dentro de un proceso de realización
fenoménica, susceptible de una mayor complejidad. Hay experimentos que de hecho
probarían esta condición multidimensional de la realidad, sin afectarla en su
sentido unívoco; que es importante, porque se refiere a la unidad estructural
de los fenómenos mismos, incomprensible en extensiones dimensionales paralelas.
Una de las teorías más interesantes, propone precisamente que esta extensión (tri)dimensional
sería propia del umbral de un hueco negro, provocado por una estrella de cuarta
dimensión.
La teoría de las súper cuerdas, apuntaría
a la relación entre sí de todas las dimensiones de la realidad; permitiendo el
traspaso de información de una a otra, en su respectiva determinación
secuencial. Eso incluso describía el proceso de la dialéctica — de
determinación de la substancia—, como mecánico; es decir, no exclusivamente
lógico, y refiriéndose con ello también a la unificiencia estructural de lo
real. Volviendo a la contradicción entre las teorías del conocimiento, esto
sería lo que apunte a una conciliación mayor y funcional entre el realismo
aristotélico y el idealismo platónico; desde que esta secuencia
multidimensional de la realidad permite una comprensión no doctrinaria del otro
fenómeno de la reencarnación y la teoría platónica de las ideas.
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La solución estaría en adecuar el
concepto de reencarnación al simple proceso de información genética; que no se
refiere sólo a la organización biológica del cuerpo, sino también a su mutación
por condiciones ambientales, que así funcionarían como una redeterminación
constante. Ciertos estudios están postulando que la memoria se integraría
genéticamente, y podría traspasarse hasta una cuarta generación; lo que como principio
significa una extensión de tiempo equivalente al siglo, pero todavía susceptible
de mayor y más complejo alcance. Eso significará que al menos parte del
conocimiento sí se produciría como una memoria de vidas pasadas; en tanto
información sintetizada y codificada en esa redeterminación constante del
código genético.
Por supuesto, eso no sólo no niega
el aspecto antropológico de la teoría realista; en realidad, ni siquiera lo
modifica, sino que lo adecua, en su complementación funcional. En definitiva,
se trata de diversos tipos de conocimiento, que no son excluyentes sino
complementarios entre sí; y hace tiempo que ya debería aceptarse que la verdad
reside siempre en el medio de toda oposición, siquiera por principio lógico.
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