Monday, April 11, 2016

Neoliberalismo, o de la economía como modelo matemático

Por Ignacio T. Granados Herrera
Cualquier análisis más o menos racional es económicamente favorable a las políticas neoliberales; sólo que por su propia condición formal esta racionalidad es aparente, derivando con facilidad a la falacia y el sofisma. En este caso, esos análisis obviarán el hecho de que la realidad no es únicamente económica, incluso si su fundamento sí es efectivamente económico; y aún esta condición fundamentalmente económica suya es más sutil y compleja que la simple operación de suma y resta a que se la reduce. Primero, la economía será una de las determinaciones de toda realidad —incluida la cultura— pero no la única; ya que es sólo el principio de racionalidad con que se relacionan los elementos funcionales de una estructura dada; sin que esta relación los afecte en esa funcionalidad con que participan de esa estructura, que de otra forma los excluiría de sí. Visto eso, el comportamiento económico consiste en la relación de una serie de dinámicas, al determinarse entre sí mismas; con resultados muy aleatorios a la vez, dado el cambiante clima en que confluyen sus variables.

Así, en matemáticas una suma es la distribución de las cantidades que la componen, y ofrece siempre el mismo resultado; usted puede restar dos a doce, sumar cuatro a seis, cinco a cinco o restar quince a veinticinco, su resultado invariable será diez. Pero en economía, y por ende en modelos políticos y en relaciones de producción, un mismo factor es siempre cambiante y con características propias y únicas; un jefe, por ejemplo, es más o menos inteligente en cada caso, y de hecho es más inteligente para unas cosas que para otras; y un subordinado también, igual que un conjunto de subordinados —que siempre es único y peculiar—, y también lo es la relación que tienen entre sí todos ellos. Ese mismo espectro móvil proyectado sobre el conjunto de la sociedad es la descripción más adecuada de las relaciones de producción en la misma; que es lo que lo hace básicamente incomprensible, en el mismo sentido en que la suma de todos los números es inconmensurable.

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Eso no quiere decir que dicho proceso productivo no sea comprensible de hecho sino sólo básicamente; igual que las matemáticas pueden explicar el conjunto inconmensurable de los números, excepto su elusiva suma. Ese es el problema con las teorías económicas, ocupándose de un fenómeno igual de desmesurado pero menos previsible que las matemáticas; y de ahí que a diferencia de las matemáticas, las teorías económicas deban contar con la flexibilidad que les permita una mejor comprensión de la realidad. De hecho, incluso las matemáticas cuentan con factores aleatorios y condicionantes, como la exponencialidad y el logaritmo; que introduciendo la excepción en la operación lineal, ofrece un rango más amplio de resultados. De hecho también, y en tanto proyección formal, el pensamiento humano respondería a esta misma dinámica de los modelos matemáticos; realizándose como las ecuaciones, de primer, segundo o tercer grado —habría más—, acrecentando en ello el nivel de excepcionalidad del fenómeno concreto que describe.

Eso implicaría que de algún modo, incluso las teorías económicas gozarían de esa flexibilidad de los principios matemáticos; pero sólo en cuanto dichas teorías no se sujeten a un valor ideológico, que como un orden dado sustraiga la ecuación de su propia excepcionalidad. Ese sería entonces el problema con las teorías económicas, que en vez de limitarse a explicar la economía pretenden hacerlo en función ideológica; es decir, como justificación trascendente de un modelo político ya establecido, como la regla que no acepta la excepción logarítmica o exponencial de la realidad. De ahí errores como el de la linealidad ideológica del llamado socialismo real o el ya decadente neoliberalismo; que no cuentan con la excepción exponencial de la voluntad y el ego, en tanto elementos que inciden en ese orden natural de la economía como ecuación; que así no es nunca de primer grado, sumando innúmeras condicionantes con cada uno de sus elementos. Igual pasaría con la propuesta del llamado anarco capitalismo, que se reduce a una utopía imposible y cruel por su abstraccionismo; como mismo ocurriera con la República platónica en cada uno de los casos en que se materializó, desde el socialismo literario de Tomás Moro a La ciudad de Dios de Agustín de Tagaste; y por supuesto, no sólo el llamado socialismo real que reproducía al literario de Moro, sino también el paraíso neoliberal que propició la elefantiasis de las mega corporaciones.

Finalmente, como coda a los modelos políticos, habría que reconocer que estos —como el pensamiento y las matemáticas— tienen una condición formal; pero que siempre consisten en el mismo fenómeno, realizándose en unas relaciones de producción, dirigidas a la producción y distribución de capital. Por eso, todo modelo político es siempre capitalista, y una contraposición entre diversos modelos suyos es siempre falsa; diferenciándose sólo en la prioridad que da a sus aspectos, pero siempre en función del mismo objeto, que es el capital. Así, el llamado socialismo pretenderá priorizar las relaciones sociales como aspecto específico de esas relaciones de producción; pero incluso su variante más radical no es el supuesto comunismo —ni siquiera en la teoría original del Marxismo—, ya que esta es sólo la condición general del modelo, pero no el modelo mismo.


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De ahí la contradicción que lo corrompiera intrínsecamente, al resolverse en un corporativismo, que en realidad era una contracción al vasallaje de una burocracia política; igual que su contradicción directa por el llamado neoliberalismo, devenido en el mismo crecimiento exponencial de una burocracia administrativa, y con ello el desarrollo del vasallaje político como relaciones de producción; que conduciendo a una contracción económica de la sociedad, debe camuflarse como individualista, en esa otra distorsión política del llamado anarco capitalismo; como oposición a la tendencia natural al socialismo, que se debe al crecimiento necesario de las regulaciones del estado; en una paradójica reproducción de las mismas contradicciones del socialismo original, siempre debido a la manipulación excesiva del mercado por el poder corporativo. La gran contradicción de esta última variante, radica en que es una apuesta contra el estado como máxima organización burocrática; que sin embargo es la única salvaguarda del individuo ante los abusos de las corporaciones, como única forma de aliviar la confrontación última de la lucha de clases, agravada por ese crecimiento desproporcionado de las corporaciones.

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