Como en la foto junto a María Mantilla, Martí
se muestra paternal con la patria, a quien quiere modelar en su ideal; como la
chica, la patria es un enigma ante la presión filial, y Cuba es así constreñida
al ideario del patricio; un país con vocación de bienestar burgués, pero
obligado al romanticismo esforzado e incómodo, es necesariamente neurótico y
mezquino en su venganza. No deja de ser curioso que la tradición cubana apele
constante a un discurso nacionalista, pero que sea el extranjero el que siempre
deba pacificarle esta contradicción; revelando una incapacidad, que por lo
recurrente ya se podría decir que ontológica. No sólo tuvo que existir el
dominicano Máximo Gómez, para lograr que el idealismo martiano se mal
complementara con la necesidad dada en Antonio Maceo; todos ellos eran también
poco representativos de la voluntad nacional, más avenida al autonomismo, pero
doblegada en la pasividad de esta opción política suya. La contradicción entonces no es ya directa y
funcional, entre el apóstol y el titán, sino que es estructural; es decir, es
entre la voluntad incluso irracional de una élite que impone su liderazgo, y
una realidad renuente al mismo, como un novio que regala flores a la novia… que
no se entera.
En algo parecido consistiría la nueva
coyuntura, siquiera como alegoría de esa contradicción subyacente y tenaz; que
no es entre dos tipos de liderazgo ni mucho menos propuestas concretas, sino
entre la voluntad de representación de una élite de suyo intelectualista, y su
propia incapacidad ya proverbial para dicha representación. Eso podría ser lo
que explique la inadecuación del movimiento disidente cubano, y por ende su
poca efectividad; si en definitiva, la fundación patriótica martiana necesitó
de la estrategia de tierra arrasada del extranjero (Gómez) para afianzarse; y
esta violencia inicial, inconsecuente ya con la propuesta misma, verterá
inevitablemente constantes dudas sobre la consistencia de los resultados. Así
también, la poca capacidad de representación del disenso cubano vuelve a
extender su sombra sobre la actualidad del país; y aún como entonces, este
liderazgo seguiría obviando esta renuencia nacional en su propia voluntad, que
así es de autorrealización; individual —no nacional— y poética, como ese vicio
iniciático del martianismo en que se funda… falaz.
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