Tuesday, March 1, 2016

Lecciones de autoritas: La navaja de Ockan

Por Ignacio T. Granados Herrera

La navaja de Ockan es un principio lógico distorsionado por la corrupción de las prácticas filosóficas, que lo suelen presentar como una proposición suficiente; normalmente se le postula como que la explicación más sencilla es la verdadera, cuando en verdad reza que en igualdad de condiciones esta es sólo la más probable. En realidad, el principio original reza literalmente que Numquam ponenda est pluralitas sine necessitate; lo que es entonces un principio negativo, o condicionamiento de un postulado, antes que un postulado positivo, traducible como que “no hay que complicar las cosas sin necesidad”. Es en ese sentido que es más un condicionamiento, como una precaución, ante el peligro normal de complicar las cosas innecesariamente; lo que ya se ha establecido como un axioma común entre los escolásticos, y en su libro de la Física (I.IV), Aristóteles aconsejaba limitarse al momento de postular antítesis y problemas. La diferencia radica en que como se la postula normalmente es una simplificación excesiva, de hecho indemostrable y por ello falaz; mientras que en su postulación original es una aplicación infalible de la lógica como método, sujeto al principio de economía del universo, por el que lo que no es necesario no ocurre.

Este mismo principio de economía —como principio al fin— es complejo y sutil, digno del de Ockan, uno de los maestros más sutiles de la escolástica; ya que esa necesidad no es necesariamente lógica sino fenoménica y natural, sólo adjudicable a la lógica como mecánica y no en este carácter fenoménico mismo; lo que a su vez es plausible, dado que el fenómeno del conocimiento sería en sí una naturaleza, atenida en ello a los principios universales de la mecánica. Así, dos proposiciones en igualdad de condiciones responderán inevitablemente a este principio económico; pero en tanto este sólo garantiza el tenso y precario equilibrio en que ocurre la realidad, como extensión la natural en que ocurren los fenómenos reales. Sin embargo, una desigualdad de condiciones rompería precisamente ese precario equilibrio; tal sería el caso de las posiciones de poder, bien se trate de un poder efectivo o la misma tradición como autoridad. En ese caso la navaja de Ockan se volvería contra el inexperto barbero que no la sabe manipular, al desautorizarlo como una falacia; que en tanto vicio de la lógica será inevitablemente superado por la lógica misma de la otra proposición, incluso si en principio esta misma es pobre.

Esto último es paradójico, puesto que un error no se corrige con otro error, creando más bien una cadena de distorsiones; lo que sin embargo no tiene en cuenta la naturaleza relativa del conocimiento, como representación forma de la verdad; que en tanto propia del objeto permanece en el mismo, sólo representada de forma más o menos adecuada en el proceso de conocimiento. De ahí que en últimas, la razón misma del conocimiento es práctica e inmediata, relativa a su utilidad; incluso si se trata de un conocimiento sistemático y trascendente como el de la filosofía, que igual está sujeto a una evolución paulatina; que mejora progresivamente por su propia capacidad auto referencial en su propio carácter acumulativo y exponencial. Que es lo que hace que entre dos proposiciones erróneas la más factible sea siempre válida, no importa si errónea; ya que el margen de error propio del sistema en que ocurre es susceptible de hacer las correcciones necesarias en su propia evolución.

No comments:

Post a Comment