Sunday, February 14, 2016

En la muerte del Juez Scalia

Por Ignacio T. Granados Herrera

Dice la tradición que cuando presentaron a Jesús ante el sumo sacerdote Caifás, este dijo —inspirado por el Espíritu Santo— que convenía que uno muriera para salvar al resto; y cuando ya parecía que nada podría llevar a los norteamericanos al consenso político en la carrera presidencial, muere el juez Antonin Scalia. El problema con la muerte de Scalia, es que siendo el voto de la extrema derecha deja desbalanceado el equilibrio en la Corte Suprema; con un presidente saliente progresista y una perspectiva favorable a cualquier candidatura demócrata, visto el descalabro de las republicanas. No es que el Partido Demócrata esté en un buen momento ni mucho menos, está comprometiendo su credibilidad con el favoritismo por Hillary Clinton ante el empuje popular de Bernie Sanders; pero es que el Partido Republicano está en franca crisis, con una miríada de precandidatos que pareciera una emisión del mupets show, con un front runer que hasta a los mismos republicanos aterroriza.

Eso es lo que favorece por default a cualquiera de los dos contendientes actuales que se alce con la candidatura demócrata; lo que significaría una nominación a la Corte Suprema que mantenga o ahonde el desequilibrio creado con la muerte de Scalia; a menos que Hillary negocie un nombramiento conservador de compromiso, lo que es impensable en Sanders pero no en ella. Más probable sin embargo es que el impase se resuelva con un compromiso por el consenso extremo en el bando republicano, apoyando a un candidato anodino como Jeb Busch; que le daría a ambos partidos la posibilidad de reorganizar fuerzas, con un Sanders más cansado y una Hillary ya fuera de juego por parte de los demócratas; mientras que por la parte republicana se desarrollaría un nuevo liderazgo, que rescate a la base del partido del secuestro en que la mantiene su extremismo religioso. La prueba estaría en el llamado casi histérico del liderazgo republicano en el Congreso, para bloquear cualquier nominación del saliente Obama para sustituir a Scalia; como señal de un intento por parte del Partido de reagrupar sus fuerzas y ganar tiempo, estancando el juego en el impase.

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La próxima señal sería la renuncia de alguno o algunos de los precandidatos republicanos, bien sea el bisoño e impracticable Marco Rubio o el increíble Carson; a lo que se añadiría una mayor y más agresiva isolación del insumergible Donald Trump, advirtiendo al extremismo de base para que se aparte y deje jugar a los expertos. Eso en definitiva ya eso pasó en la cuna de todas las intrigas políticas que es la Iglesia católica, cuando la muerte de Juan Pablo II; en que se eligió al impapable de Ratzinger, consiguiendo el tiempo para consensuar un Mario Bergoglio que ha garantizado la continuidad institucional, aunque sea de forma tan traumática como su propia coyuntura política. En cualquier caso, lo cierto es que la muerte de Scalia añade expectativas a una situación ya de por sí compleja; y ante la enorme reserva creativa del ser humano y sus innumerables intereses nada debe sorprender a nadie, y menos aún en el país en el que Faulkner escribió Absalón, Absalón inventando el Realismo trascendental que los latinos llamamos mágico.

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