Por Ignacio T. Granados Herrera
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Una reducción ideológica típica
tiende a identificar a la Biblia cristiana con El capital de Carlos Marx, en el
sentido de su valor doctrinal; lo que sólo ilustra el amplio desconocimiento de
ambos volúmenes, al confundirlos hasta en su respectiva función estructural, y
por ende en sus respectivos alcances. No es que no existan similitudes formales
entre los modelos políticos del llamado socialismo real —auto fundado en el
Marxismo—[1] y el modelo
político cristiano; sino que a diferencia de la Biblia respecto al Cristianismo,
El Capital no es un libro que recoja los fundamentos históricos de su doctrina;
que es en definitiva la función de la Biblia, al recoger los hechos atribuidos
al Evangelio de Jesús, los testimonios al respecto y sus fundamentos en la
tradición judía. Si existiera un documento con ese carácter fundacional dentro
de una doctrina marxista, este sería sin dudas el Manifiesto comunista; mientras
que El Capital sería más bien el equivalente de la Suma Teológica de Santo Tomás
de Aquino, adentrándose en la justificación trascendente de los postulados
políticos de su doctrina. Ni siquiera La ciudad de Dios, del segundo gran ideólogo
del Cristianismo que es San Agustín —el primero es San Pablo— tiene este
alcance de El Capital; que resume toda la metafísica del capitalismo, con las
mismas recurrencias deterministas del de Aquino, que en definitiva es
aristotélico.
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A esta referencia común del
Realismo deberían ambos la sistematización orgánica a que logran abstraer la
realidad; aunque a diferencia del de Estagiria deriven en ese determinismo
absoluto —el de Aristóteles será relativo—, por su dependencia común respecto
al Idealismo. En el caso de Santo Tomás, por la coerción del idealismo
platónico en la tradición patrística sellada por San Agustín en la dogmática;
en el caso de Marx, por la influencia fatal del idealismo hegeliano como referente
epistemológico para su comprensión del mundo, incluso en una sistematización
excelente como la de la dialéctica. En definitiva, a diferencia del Realismo
tomista, el Materialismo marxista es funcionalmente seudo realista, como un
exceso propio del Idealismo; como se vería en ese sentido crítico que lo hace
resolverse en la referencia misma del Idealismo, a diferencia de la elaboración
más positiva de Santo Tomás; y que aunque equivalente al carácter derivado del
realismo aristotélico del idealismo platónico, tiene un carácter funcionalmente
más negativo, con una menor consistencia propia.
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Regresando al valor funcional de
El Capital respecto al Materialismo histórico o dialéctico, el problema
provendría del carácter doctrinal del marxismo; pero no como filosofía sino al
postularse cono doctrina de estado —si bien transnacional—, en ese sentido en
que el llamado socialismo real emuló el modelo político y la tradición
dogmática del Cristianismo. Esto se vería en la publicación de ediciones
populares de síntesis de El Capital, que obviando su espesa metafísica ponen el
énfasis en el valor ideológico; igual
que los tratadillos bíblicos tan comunes a las confesiones populares del
Cristianismo, incluso con sus comentarios adjuntos de autoridades. Como
respecto al Cristianismo, el problema de esta práctica es que consiste en una
falacia política, que sólo conduce a la distorsión de la filosofía original; en
función de justificar en una dogmática las aberraciones políticas del estado,
al que se subordina esa filosofía, y por ende su comprensión de la realidad. La
prueba de esto sería el descrédito creciente del Marxismo —y con este el del
Materialismo histórico— con sólo el fracaso del llamado socialismo real; y que
como modelo político que se justificaba en él, impedía sistemáticamente la corrección
de sus excesos, como esa fatalidad del determinismo en su naturaleza idealista.
[1] Debe recordarse la paradoja en
que resultaría la corrección de los excesos teóricos (idealistas) del Marxismo;
y por la cual, el llamado socialismo utópico pasaría a ser en realidad
literario, mientras el llamado real pasaría a ser utópico. Esto se debería a la
serie de contradicciones estructurales que impedirían la formación de un
socialismo real, con consistencia propia; por lo que el modelo realizado con
ese nombre habría sido en realidad un esfuerzo por realizar el modelo literario
de la utopía, originario a su vez en el…
idealismo platónico.
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