Por Ignacio T. Granados Herrera
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Una simplificación crítica podría
reducir esta falsa aristocracia a esa élite de la industria del
entretenimiento, que en efecto sólo es su vitrina; y no sólo eso, sino que
incluso esta élite es la reproducción contemporánea del estamento intelectual,
que siempre se distinguió en su pretensión de poder. Lo paradójico es que en
los inicios de su formación, este estamento especial (y como parte de sus
pretensiones) trató de distinguirse y distanciarse a sí mismo del de los artistas;
que como parte del de los artesanos, estaba más bien integrado por villanos y
marginales, y cuya asunción por las élites intelectuales como parte de esa
falsa aristocracia reflejaría la decadencia de éstas últimas. En todo caso, el
mimetismo recurrente no sería un reflejo de esa decadencia, sino el elemento
principal que determina la organización misma de la estructura política; que si bien se resuelve en base a la cuota de
poder efectivo, determinada a su vez por su naturaleza económica, se organiza
en esta comprensión del poder; aún como realización práctica de la Potencia,
que en tanto categoría metafísica es así la primera determinación formal de las
cosas. Debe recordarse al respecto que el mimetismo es precisamente la
reproducción artificial de los fenómenos naturales; resultando así en un
fenómeno cultural, pero en lo que la cultura es ya una naturaleza, siquiera de
valor tecnológico en su artificialidad.
De ahí la necesidad de
relativiza la crítica sobre este fenómeno mismo del mimetismo, que no es otra
cosa que la interpretación de un fenómeno natural; y que como tal ha de ser
entonces meramente formal y no de la sustancia misma del fenómeno, aunque de lo
que se trate sea de emular dicho fenómeno. Así, una crítica apresurada puede plantearse
que esta interpretación del Poder como la Potencia de las cosas es errónea,
explicando los excesos del idealismo tradicional; pero sin tener en cuenta que
esta interpretación es necesaria e inevitablemente formal, y que funciona justo
como abstracción del fenómeno mismo; por lo que el estructuralismo realista
sólo es posible como corrección de ese idealismo anterior, que es el que
permite una objetividad primera, al distanciarse del objeto real en este
formalismo. El mejor ejemplo de esto sería la misma comprensión de la realidad,
que se daría como del Ser sobre sí mismo pero en relación con su entorno; para
lo que es imprescindible una comprensión de este entorno como distinto del ser
mismo, aunque el proceso sea prácticamente inmediato; ya que al organizarse en
este orden lógico es que permite el establecimiento de los parámetros formales
en que puede darse la reflexión.
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