Monday, December 21, 2015

La destrucción del proletariado (papeles)

Por Ignacio T. Granados Herrera

Más tenue e improbable que en los tiempos del Manifiesto, el fantasma del Comunismo vuelve a recorrer el mundo; más tenue, en la moderación de un ímpetu democrático que vio el fracaso de la utopía socialista, justo por su arrogancia intelectualista; pero improbable también, porque como nunca antes la burguesía depauperada se niega a concretarse en proletariado, mesmerizada por la última jugarreta del capitalismo. En realidad y como principio, los excesos del capitalismo postmoderno supondrían una recuperación de aquella evolución prevista por el Marxismo clásico; con una depauperación más radical y visible de la baja clase media, que la empujaría a un proceso de concientización, incluso sin el peligro del autoritarismo; ya que ocurriendo por medio de una recuperación gradual del sindicalismo, agruparía a las masas populares como un grupo de interés efectivo; capaz en ello de valerse de las estructuras políticas tradicionales, en una suerte de transición democrática que respete las necesidades del individuo en su pragmatismo.

Sin embargo, la evolución del capitalismo de industrial a postmoderno se daría como una manipulación, que justo fragmentaría en su base a la clase media; primero, promoviendo una falsa élite a la administración de los medios, como una burocracia vigilante y omnipotente en su carácter popular; y luego con la promoción de una falsa aristocracia entre el lumpen tradicional de artistas, artesanos y deportistas; que con su imagen de éxito eclipsaría al poder efectivo de la alta burguesía, convirtiéndose en el objeto final del movimiento social; desviado así desde la realización individual, ahora dirigido a un ideal consumo, del que depende además el sistema en su conjunto, por su naturaleza especulativa. La contradicción está clara, ya que el problema de la realización individual es lo propio de las relaciones capitalistas; pero su corrupción en el corporativismo postmoderno tendría exactamente el efecto contrario, con la ralentización progresiva de toda movilidad social efectiva.

Curiosamente, esos dos estamentos de los artistas y la burocracia ejecutiva en principio son paralelos y alternativos; pero eventualmente se cruzan por su valor alternativo, en función de asegurar la organización general de la estructura. Así, artistas y deportistas con vida limitada en el medio, terminan integrándose como parte de su burocracia; tanto como a la inversa, con burócratas seducidos por el glamour del espectáculo, ante la mediocridad aparente de su propio medio. Esto se vería especialmente en el mundo de las humanidades, ya que el mismo ejercicio profesional del magisterio y la administración funcionan como una burocracia intelectual; que así administrará el desarrollo y las prácticas de conocimiento en la sociedad, con un efecto de mediatización estandarizante. En realidad, la única promoción efectiva dentro debla estructura social postmoderna sería integrando las élites políticas;  ya que el desarrollo de las financieras es de carácter más bien endogámico, por la tendencia al estancamiento del neofeudalismo corporativista.

Esta promoción a las élites políticas sería entonces la única forma de integrar esas élites financieras, al crear los nexos que faciliten la transición; que por otra parte sólo se concretaría generacionalmente, como mismo se daba la movilidad social al interior de las sociedades capitalistas en su fase industrial; como un proceso así reproducido por los mecanismos de la estructura neo feudal de la sociedad postmoderna. El esquema conspirativo es demasiado obvio y con alcances demasiado amplios para ser creíble, pero las teorías conspirativas sólo revelarían dialécticas naturales; que al ser reproducidas formalmente por los fenómenos de la cultura, reflejarían dichos comportamientos como una fatalidad. Así es apenas natural que todos los elementos que integran una estructura de modo consciente, traten de manipularla en función de sus propios intereses; así como es también apenas natural que este esfuerzo sea más factible para aquellos que detenten una cuota mayor de poder efectivo en dicha estructura.

En definitiva, el cambio dialéctico es natural, pero resolviéndose en crisis exponenciales que interrumpen la inercia evolutiva en un punto de excepcionalidad; tal fue el caso de la estructura misma de la democracia, surgiendo como una excepcionalidad por causa del cataclismo minoico para romper la fatalidad del absolutismo; al pasar la determinación política al comercio fenicio, y con ello al pueblo (demás) con la organización reflexiva del alfabeto fenicio. Lo demostró la tendencia espontánea de todas las ciudades estado griegas a diversas formas de absolutismo regio; incluso o sobre todo en la Atenas que viviera la desestabilización de un partido de la aristocracia bajo Pericles, justificado hasta en su trascendencia ideológica por el idealismo de Platón. Ese sería el caso de la alta burguesía, que derivaría al capitalismo de industrial a corporativo con el arribo de la postmodernidad; justo manipulando las relaciones políticas de la estructura total de la sociedad, con su influencia económica.

Es por otra parte un proceso también natural, en el caso específicamente norteamericano, cuya alta burguesía es segregada del mismo carácter popular de su cultura y no de una tradición aristocrática; actuando entonces con mayor pragmatismo político, y siguiendo el modelo conductual de la aristocracia campesina (feudal) antes que el de la tradición metropolitana, de tendencia federalista; y relegando este último a esa imagen de éxito individual, blandida como un señuelo a todo lo ancho y largo de la estructura, que se sostiene sólo en los niveles de consumo. Respecto a esto último, esa dependencia del consumo sería lo que haga tan inestable y precaria a la economía como determinación de las relaciones políticas, dado su carácter especulativo; que no le sería propio ni inevitable, sino como consecuencia de su desvinculación de un parámetro racional, que en definitiva tenía valor simbólico y no efectivo, pero era más estable y menos susceptible de manipulación artificial. Esta desvinculación podría haber ocurrido con el simple propósito de conseguir una mayor flexibilidad transaccional; pero repercutirá en una mayor exposición del conjunto de la estructura social a su manipulación política por parte de las élites financieras, que retienen el poder efectivo sobre la estructura.

En cualquier caso, la imagen de éxito blandida por la falsa aristocracia del espectáculo, daría también la sensación de mayor movilidad social; ya que provee a la estructura de múltiples atajos, dirigidos todos al mismo lugar ya común de esa imagen de éxito; lo mismo como parte de la burocracia ejecutiva que de las huestes de artistas, todos en función de la satisfacción inmediata de las necesidades del ego como de su falsa individualidad. Eso es también parte del efecto de la desvinculación de la economía de sus parámetros de racionalidad, como lo fue el patrón oro; ya que esa mayor flexibilidad transaccional se revertiría en la híper monetización de los procesos productivos —por sobre la ética— para poder generar la densidad transaccional requerida para mantener el conjunto en su auto referencia. Pareciera aquí que las políticas de austeridad y planificación implantadas por el llamado socialismo real tuvieran sentido; pero en realidad serían falsas, ya que sólo se habrían aplicado a la masa productora, redundando en una mayor ineficiencia de todo el proceso productivo.

Aparte de eso, tanto por la doblez como por su carácter coercitivo, esto redundaría también en un elemento de corrupción constante; que de modo contraproducente alimenta legítimamente las expectativas sobre el poder de consumo, incluso como un índice de realización individual. De hecho, esto resalta uno de los graves y más recurrentes problemas del Materialismo como exceso idealista; reduciendo la determinación del Ser a su circunstancia, sin tener en cuenta el factor de la voluntad, que responde a un sistema de determinaciones más complejas y subjetivas. Eso es lo que explica la importancia de las mismas contradicciones políticas y filosóficas enfrentadas por el Marxismo clásico, como aquellos excesos éticos de cínicos y cirenaicos; lo mismo desde las intuiciones todavía contradictorias en sí mismas del Anarquismo, y hasta las referencias clásicas a las filosofías de la voluntad (Schopenhauer) y el individualismo (Nietzsche).


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