Por Ignacio T. Granados Herrera
Lo viejo es que Fidel Castro
hubiera sido un agente de la Agencia Central de Inteligencia, usado para
sabotear la expansión del comunismo en América Latina; pero no sólo eso, sino
de paso mantener la amenaza comunista, de modo que las burguesías locales se
sometieran a la otra expansión del imperialismo económico. De ahí la
recurrencia de esa figura atroz y espeluznante del héroe que es traidor en su
heroísmo, sólo concebible en la más torcida ficción de un intelectual
postmoderno; con la variante además de que en su propia realidad —que siempre
excede a la ficción— el héroe se sienta atraído por esa ficción de su heroísmo,
haciéndose doblemente traidor. Eso no significa que Fidel rompiera relaciones de
modo definitivo con el patronato, sino que como el sargento respondón lo
chantajeara de continuo; obligando al pagador a una negociación constante, en
que reconociendo a regañadientes el peso de su sicario le de cuerda para actuar
con iniciativa propia.
Al final, lo importante —pensará
pragmático el patrón— es que los propósitos a largo plazo se cumplan; y esos
propósitos son siempre el crecimiento imperial, sobre todo a través de la
globalización de la economía. Esto último se debería a que esa globalización es
ya un hecho natural e inevitable, pero como una tendencia que afectaría las
ganancias de las élites establecidas; obligadas a esa horizontalización de las
relaciones económicas, producto de la socialización de los servicios, con el
establecimiento de una clase media; que resolviendo las contradicciones entre
una pequeña y alta burguesía, las integraría como un ente único y auto
suficiente, con graves implicaciones políticas. De ahí la necesidad de
controlar esta globalización espontanea de la economía, que siendo un proceso
político ha de someterse a la supervisión de las élites económicas; contra las
que entonces no podía ir jamás, ya aparte de contrarrestar la amenaza inmediata
del comunismo.
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De ahí la importancia clave de
la figura de Fidel Castro y su insólito enclave cubano como metrópolis del
movimiento revolucionario; que llegaría a capitalizarlo en toda su globalidad,
como sede de su proyección subversiva a nivel tricontinental, con
organizaciones incluso oficiales como la OSPAAL. No será casual que esta
tensión decline con la disolución de la llamada Guerra Fría, que así habría
sido sobre todo económica; como en definitiva es el panorama que impera en el
final de la II Guerra Mundial que continúa en esa Guerra Fría, con el
enfrentamiento entre los imperios soviético y norteamericano por las áreas de
influencia. Se dice que esa llamada Guerra Fría fue en verdad una III Guerra
Mundial, pero más bien parece la difícil negociación por la que se extendiera
la segunda; terminando con la derrota del fascismo soviético junto al alemán,
en aras de la naturaleza económica de todo imperialismo verdadero; que es para
lo que sirve el político, como bien se demostrara con la utilización
instrumental del cubano por el imperialismo de Norteamérica.
En todo caso, el final de la
Guerra Fría conllevaría el triunfo del neoliberalismo como política imperial
capitalista; que es en realidad un nuevo fascismo, dirigido a acabar con el
modelo político de la democracia, con el sometimiento total a la aristocracia
económica. De ahí el movimiento final hacia un llamado Socialismo del siglo
XXI, con una supuesta capital en Venezuela que en realidad es una sucursal
cubana; pero cuya misión habría sido el desmantelamiento final de la cultura
subversiva de los movimientos revolucionarios, con su institucionalización
definitiva. La salida del escenario de Fidel Castro no contradiría la
estrategia, que no se detiene en detalles puntuales sino en marcos generales;
como este del mantenimiento del ícono aparte del otro movimiento de la
reconciliación con la sede imperial, que es Norteamérica; no importa si para
eso haya habido que enfermarlo de gravedad, con una eficacia que reivindicaría
a la Agencia Central de Inteligencia luego de esa escandalosa sesentena de
atentados fallidos. También al final, Hugo Chávez insistía en haber sido
envenenado por el impero y va y hasta tenía razón; como esas veces que las cartománticas
revelan lo que está pasando pero nadie entiende, pues lo que no sabría Chávez
es que había ido a morir a la última sucursal de la CIA.
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