Sunday, October 11, 2015

Conspiratoria, o viejo tema del traidor y el héroe

Por Ignacio T. Granados Herrera
Lo viejo es que Fidel Castro hubiera sido un agente de la Agencia Central de Inteligencia, usado para sabotear la expansión del comunismo en América Latina; pero no sólo eso, sino de paso mantener la amenaza comunista, de modo que las burguesías locales se sometieran a la otra expansión del imperialismo económico. De ahí la recurrencia de esa figura atroz y espeluznante del héroe que es traidor en su heroísmo, sólo concebible en la más torcida ficción de un intelectual postmoderno; con la variante además de que en su propia realidad —que siempre excede a la ficción— el héroe se sienta atraído por esa ficción de su heroísmo, haciéndose doblemente traidor. Eso no significa que Fidel rompiera relaciones de modo definitivo con el patronato, sino que como el sargento respondón lo chantajeara de continuo; obligando al pagador a una negociación constante, en que reconociendo a regañadientes el peso de su sicario le de cuerda para actuar con iniciativa propia.

Al final, lo importante —pensará pragmático el patrón— es que los propósitos a largo plazo se cumplan; y esos propósitos son siempre el crecimiento imperial, sobre todo a través de la globalización de la economía. Esto último se debería a que esa globalización es ya un hecho natural e inevitable, pero como una tendencia que afectaría las ganancias de las élites establecidas; obligadas a esa horizontalización de las relaciones económicas, producto de la socialización de los servicios, con el establecimiento de una clase media; que resolviendo las contradicciones entre una pequeña y alta burguesía, las integraría como un ente único y auto suficiente, con graves implicaciones políticas. De ahí la necesidad de controlar esta globalización espontanea de la economía, que siendo un proceso político ha de someterse a la supervisión de las élites económicas; contra las que entonces no podía ir jamás, ya aparte de contrarrestar la amenaza inmediata del comunismo.

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De ahí la importancia clave de la figura de Fidel Castro y su insólito enclave cubano como metrópolis del movimiento revolucionario; que llegaría a capitalizarlo en toda su globalidad, como sede de su proyección subversiva a nivel tricontinental, con organizaciones incluso oficiales como la OSPAAL. No será casual que esta tensión decline con la disolución de la llamada Guerra Fría, que así habría sido sobre todo económica; como en definitiva es el panorama que impera en el final de la II Guerra Mundial que continúa en esa Guerra Fría, con el enfrentamiento entre los imperios soviético y norteamericano por las áreas de influencia. Se dice que esa llamada Guerra Fría fue en verdad una III Guerra Mundial, pero más bien parece la difícil negociación por la que se extendiera la segunda; terminando con la derrota del fascismo soviético junto al alemán, en aras de la naturaleza económica de todo imperialismo verdadero; que es para lo que sirve el político, como bien se demostrara con la utilización instrumental del cubano por el imperialismo de Norteamérica.

En todo caso, el final de la Guerra Fría conllevaría el triunfo del neoliberalismo como política imperial capitalista; que es en realidad un nuevo fascismo, dirigido a acabar con el modelo político de la democracia, con el sometimiento total a la aristocracia económica. De ahí el movimiento final hacia un llamado Socialismo del siglo XXI, con una supuesta capital en Venezuela que en realidad es una sucursal cubana; pero cuya misión habría sido el desmantelamiento final de la cultura subversiva de los movimientos revolucionarios, con su institucionalización definitiva. La salida del escenario de Fidel Castro no contradiría la estrategia, que no se detiene en detalles puntuales sino en marcos generales; como este del mantenimiento del ícono aparte del otro movimiento de la reconciliación con la sede imperial, que es Norteamérica; no importa si para eso haya habido que enfermarlo de gravedad, con una eficacia que reivindicaría a la Agencia Central de Inteligencia luego de esa escandalosa sesentena de atentados fallidos. También al final, Hugo Chávez insistía en haber sido envenenado por el impero y va y hasta tenía razón; como esas veces que las cartománticas revelan lo que está pasando pero nadie entiende, pues lo que no sabría Chávez es que había ido a morir a la última sucursal de la CIA.

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