Thursday, December 3, 2020

De la naturaleza política de los conflictos de conocimiento, como base para las inconsistencias del humanismo moderno

 

Hay una reticencia científica a confirmar los presupuestos religiosos tradicionales con los recientes postulados de la física cuántica; lo que se debe a que aunque aquellos nieguen intuitivamente la determinación primera de lo real en la materia, su idealismo resulta igualmente determinista. Es decir, el problema está en la contradicción de materia y espíritu, como una falsa contradicción, propia de la tradición idealista; que es donde único se pueden abstraer los fenómenos reales, como propios de una naturaleza espiritual (idea) o material.

La contradicción de la física se refiere a la indeterminación primaria de la realidad, mientras que el idealismo es determinista; lo mismo si entiende esta determinación primera en la materia que en el espíritu, contradiciendo siempre esta indeterminación. Por eso, los descubrimientos de la física cuántica apuntan a una recuperación de la tradición realista, siquiera como necesidad; ya patente desde la apoteosis idealista, significada en la evolución del Idealismo de trascendental (Kant) a absoluto (Hegel).

Al respecto, la deficiencia científica sería la no distinción entre la realidad en cuanto tal (prehistórica) o en cuanto humana (histórica); como un conflicto aún no solucionado, que permitiría la comprensión posterior del proceso de determinación de lo real, como el de la determinación de la substancia en Aristóteles. La realidad prehistórica tendría un valor propio y objetivo, mientras el de la histórica sería subjetivo; ya que esta última es la que se conforma en la cultura, como consciencia del Ser sobre sí, en su relación con el entorno, que es esa realidad prehistórica.

Sin embargo, esa deficiencia tiene sentido, porque su naturaleza es antropológica y no material o científica; ya que los presupuestos hermenéuticos de las ciencias modernas son materialistas, y por tanto aún responden a esa falsa contradicción entre materialismo e idealismo. Como diferencia, el realismo no abstrae lo real en materia y forma, que como conceptos tienen una naturaleza idealista; incluso en el caso del materialismo, como simple postulación de falso realismo, por la necesidad de un referente crítico propia del Idealismo; dada por su evolución a través del racionalismo positivo, en contradicción directa con la tradición realista.

En cambio, el realismo plantea lo real como una unidad estructural, cuya condición formal proviene de esa misma estructuralidad; que es de otra forma incomprensible, como el proceso de determinación de lo real, que es propio de la substancia. El otro error, también histórico, es la de comprender este proceso como espacio temporal y no propio de la estructuralidad misma del fenómeno; como una alteridad de valores, en que lo real es a su vez indeterminado como principio (potencia) y determinado en (acto); todo como los distintos niveles en que ocurre la realidad, no ya como una extensión o naturaleza (rex-extensa), sino como una estructura en sí.

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Lo importante sin embargo es comprender que, incluso si hermenéutico, la naturaleza de este conflicto es política; desde donde ocurre como una redeterminación artificial sobre la cultura como realidad, por las tensiones en que se resuelve la sociedad. La explicación del fenómeno es histórica, originándose en el conflicto que resuelve la secularización de la sociedad con el racionalismo cartesiano; como el fenómeno que va a separar las prácticas de conocimiento, entre la tradición realista premoderna y la idealista, de la modernidad.

Esta transición no es revolucionaria en ese sentido político, ya que el desarrollo del realismo era anti institucional; resolviéndose en contradicción al dogmatismo agustinita, que era el propiamente institucional, a lo largo de la escolástica. En verdad, la transición salvaría el escollo del realismo, para las funciones institucionales, con la evolución a los poderes seculares; que no por gusto ocurren con el reajuste de las estructuras políticas de la sociedad feudal, en su contracción por el apogeo relativo de la burguesía.

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