Saturday, December 28, 2019

Los dos papas


No hay nada más patético y repugnante que las apologías del poder, que como nunca es abstracto es de hombres concretos; una condición a la por algún motivo que es adepto el falso liberalismo de izquierdas, con sus trucos doctrinarios. Esto se debe a que estas apologías del poder cumplen una función ideológica, que es la de ensalzar al líder; haciendo que dicha condición liberal sea falsa, ya que responde a las necesidades estructurales del cuerpo político, y por ende van en contra de toda noción de libertad. 

No es gratuito que ese tipo de sistema tienda a florecer en culturas de fuerte tradición despótica, como Rusia o China; o que como dinámica surgiera en la disolución de la república romana con el despotismo de Cesar y Augusto. Tampoco es gratuito que sea en este origen donde surja el proletariado, como clase que va a definir el modelo político; alimentando el asistencialismo de las super estructuras sobre el estamento básico de la sociedad, reduciéndolo al valor de su prole.

Mucho menos será gratuito que en la Modernidad, estos sistemas sean dirigidos por una clase media acomodada; que habla en nombre de ese proletariado, al que dice representar ante lo que define como crueldad de las estructuras tradicionales. Ni tampoco que esos movimientos se inspiren en el modelo ilustracionista francés, pero desde mucho antes de la Ilustración; es decir, como una tradición completa, que surge con las universidades, comenzando con la de París, como un estamento (intelectual) económicamente separado. 

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Después de todo, esa referencia al modelo francés está determinado por la dinámica del mismo absolutismo al que derroca; del que toma entonces la estructuralidad, diz que poniéndola en función de ese proletariado al que protege. Tanto el comunismo ruso como el chino y el falso republicanismo francés —es jacobino— son resultado del absolutismo irracional de sus ancien régime; pero lo reproducen, continuándolo funcionalmente, sustituyendo la legitimación (trascendental) religiosa por la intelectual.

Igual que toda esa paradójica continuidad dialéctica, esta Razón no es políticamente sino la misma convención del concepto de Dios; que expande su potestad en el suprematismo moral de sus doctrinas, y no duda en cortar la cabeza que lo cuestione, por su peligrosidad para el sistema. Es eso lo que espanta como terror novísimo de las últimas tendencias de ese llamado liberalismo, que sí de izquierdas pero no liberal; porque se da con el mismo absolutismo que critica en su adversario, incluso cuando los indigenistas apelan a su propia tradición del Tahuantinsuyo.

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Curiosamente, tras esta expansión se encuentra siempre la figura siniestra del jesuitismo y sus soldados de Cristo como fuerza paramilitar; que será de fe pero no es menos violenta por eso aparte de que tampoco se niega al ejercicio de la violencia física y política, como los peores actos del cristianismo. Eso es lo que aterra de esa apología del papa Bergoglio que es la película Los dos papas, que enmascara en su perfección técnica su siniestra intensión catecumenal; un drama falso, que pretende legitimar al último con la bendición del primero, en su elaboración de su leyenda dorada.

Lo cierto es que nadie sabe realmente lo que pasó tras las puertas cerradas del consistorio, pero la elección misma de Benedicto XVI fue de todo menos casual; era el menos papable de los papables, y su ascenso al trono de Pedro fue sólo un intermedio que dio tiempo a arreglar el impase de las fuerzas internas del catolicismo. Puede ser temerario apelar a una teoría de la conspiración, también después de todo la historia no necesita conspiradores en su propia fuerza; pero la sublimación de Bergoglio no hace sino mostrar sus propias inconsistencias, que serán muy humanas, pero no más que las de Benedicto o el misterioso Juan Pablo II.

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Lo que no es misterioso aunque sí casual —y sabemos que la casualidad es la compleja maquinaria de la causalidad—, es que Bergoglio era el superior de los jesuitas argentinos; algo tenebroso, incluso en la contradicción con que no se hace confrontacional ante la beligerancia de la orden y la cúpula militar que gobernaba argentina. Nadie en su sano juicio puede justificar la crueldad de los militares argentinos, tampoco la de sus opositores; eran tales para cuales, producto cada uno de la violencia política regional, bastante alimentada por esa beligerancia de los zelotes populistas del catolicismo.

Un proceso complejo como todo proceso político, que envuelve además un nivel demencial de violencia también política; pero que todo eso se ponga en función apologética de un bando es sólo otra manipulación política, patente cuando cuenta con el testimonio desprestigiado de las madres de la Plaza de Mayo. Desgraciadamente, tanto comunistas como católicos han creído siempre en el valor de estas catequesis; a las que han dedicado recursos y refinamiento estratégico, como en este caso que se han apoderado del poder mediático de una compañía como Netflix.

2 comments:

  1. Viva la libre expresión porque gente como este critico ejercerían una terrible censura, para evitar las "apoloigias"

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    1. Jajaja... por supuesto master, si no fuera por esa libre expression yo habría podido decir esto; e igual, son esos regimens diz que lberales pero realmente sólo de izquierdas los que suelen acabar con esa libertad no más se estabilizan un poco, como que provienen de esa idea del estados absolute y protector. En todo caso, no me disgustan las apologias sino las del poder, y sobre todo porque se basan en la manipulación de sentimientos que así compulsan a la acción irracional; por eso es que creo que son deshonestos, y no tenen nada que ver con una apologia a la inteligencia y la capacidad de comprensión de la realidad sin trampas. Saludos.

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