Una película de soft horror como Get out, se recrea en las trampas del
racismo liberal, sinuoso y ladino; porque como principio, es cierto que el
liberalismo es más insidiosamente racista que el conservadurismo. La prueba
está en cómo fue la capacidad individual para superar sus dificultades —incluida
la racial— la que permitiera figuras como Collin Power y Condolezza Rice;
mientras que en el lado supuestamente liberal, sólo a fuerza de blanqueamiento
pudo Barack Obama sobreponerse a la dinastía Clinton. Pero eso es sólo como
principio, pues en la realidad es una falacia reconocer al Partido Demócrata
como liberal; cuando en realidad es sólo el partido de una oligarquía, que sólo
se diferencia de la republicana por el elitismo cosmopolita.
No obstante, el problema racial en
los Estados Unidos es de carácter antropológico, no meramente político; y
reducirlo a su confluencia en la fundación del Partido Demócrata —que es circunstancial— es también otra
falacia. En estos momentos, el racismo es un elemento aleatorio, que sólo se
hace más visible —pero no más real— entre los republicanos; por la confluencia
en ellos de las aspiraciones de una gran masa marginada por el desarrollo
acelerado y cruento, impuesto por el falso liberalismo. Pero sobre todo, es
también una falacia afirmar que Trump ganó con el voto republicano, cuando lo que
hizo fue sólo hacerse con esa candidatura; exactamente como hizo Bernie Sanders
con los demócratas, para luego apelar a las facciones más extremas y menos
representadas del partido, como estos.
No hay que engañarse con la retórica
artera y manipuladora, los republicanos son tan falsos conservadores como los
demócratas falsos liberales; y el mismo presidente Trump es un demócrata de
toda la vida, que sólo optó por esta retórica cuando ese partido fue tan lejos
como para nominar a Obama (el falso blanco) por sobre la Clinton. Curioso que no
haya habido un pronunciamiento por parte de los Clinton sobre la violencia
reciente, puede que amparados en su distanciamiento elegante; de Obama no asombra la
finta con que cita a Mandela, eso es también retórico, y es lo que se puede
esperar de su oportunismo.
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El discurso incendiario usada por
Trump es el responsable de estas tensiones, dando la razón a la oligarquía
demócrata que nos amenazaba con su presidencia; pero esto es al menos la
realidad, no la paz de atrezzo con amenazas veladas que habríamos vivido en un
mandato de la Clinton; ahora todos tienen el rostro descubierto, desde los
demócratas tratando de pescar en río revuelto, hasta los republicanos que se
niegan a jugar en esa farsa. Al final, ningún político representa otra cosa que
sus propios intereses, lo demás es idealismo y manipulación de masas; y lo
inteligente es votar a aquellos cuyos intereses coinciden con los propios de
cada quien, que así puede ser representado de veras.
Fuera de eso, no queda sino el
insulto sordo ante tanta manipulación insensible, que se recrea en la
irresponsabilidad primera del presidente; pero siempre queda la esperanza del
tiempo, que impone la perspectiva y a cada uno en su lugar. Lo cierto es que
América ha avanzado mucho desde que ganara la guerra de secesión, y jugar con
esto es sólo un acto irresponsable; pero por sobre toda cosa, se podrá
dificultar el avance, pero es muy difícil impedirlo, porque eso es lo propio de
la historia y esta es la que es la vida real.
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