Cuando Margaret Tatcher fue electa primer ministro de Inglaterra, un
analista avisó de que el mundo acaba de dar un primer paso hacia la derecha;
eso fue en 1979, y para corroborar la afirmación, en 1981 se eligió a Ronald
Reagan como presidente de los Estados Unidos de América, y en 1978 ya se había
elegido a Carol Wojtyla como papa, con el nombre de Juan Pablo II. Se había
establecido entonces una troika, iniciada en la determinación misma de la
cultura occidental que es la Iglesia Católica; completada en la colaboración
del industrialismo moderno y la política postmoderna, para resolver la tensión
en que se había realizado el siglo XX. Eso significó la desaparición de uno de
los contendientes de esa tensión, con la disolución del llamado campo
socialista; que en realidad era una contracción del capitalismo desde su apogeo
industrial a su perversión corporativa, con el estado como administrador de los
bienes y modos de producción.
Todo ese apogeo entonces no fue de la derecha en sentido estricto, aunque
fuera liderado por líderes conservadores; que a pesar de esta filiación
ideológica y partidista, no por gusto optaron por una política liberal, como
único modo de sobreponerse a la tensión insoluble con el llamado socialismo
real. Es ahí donde cobra importancia la falacia Hayek, que se puede conocer con
ese nombre por basarse en el naturalismo idílico del economista Friedrich
Hayek; en quien Margaret Tatcher basó su doctrina económica para revertir la
perversión de las relaciones económicas con que el campo socialista había
contaminado la economía capitalista por su política cerrada y proteccionista.
La paradoja está en que aquel movimiento no fue meramente liberal sino
francamente hacia la derecha, terminando por corromperse en su solución política; ya que de haber sido estrictamemnte liberal, se habría detenido en la mera liberación de los mercados, sin seguir subrepticiamente a encerrarlos de nuevo en la avaricia de las élites financieras, a provechándose del desclasamiento de la clase media como lumpen neo burgués.
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La falacia Hayek consiste en esa reducción formal típica del racionalismo
moderno, y de ahí probablemente su incongruencia con la política postmoderna;
ya que como principio económico pretende gobernar la realidad a partir de sus determinaciones
naturales, pero sin incluir en esta naturaleza el dilema moral del poder. De
hecho, habría sido esa misma reducción —inconsecuente con lo humano— la que
pervirtiera los principios económicos del llamado socialismo real; al no prever
la corrupción natural de la burocracia administrativa, como en efecto ocurre
con toda forma de corporativismo; no sólo el socialista sino incluso —o sobre
todo— el producido por las desregulaciones neoliberales, que así erigen a las
empresas en estados virtuales y autónomos. Si en todo crimen hay que seguir la
huella del dinero (ganancia), en esta perversión del liberalismo habría que
buscar su atractivo para las élites financieras; que como los políticos
socialistas actúan en base a un egoísmo visceral, con el que se sobreponen a
los estados políticos con la virtualidad de su poder económico.
Como prueba de la falacia Hayek podría incluso citarse un video que trata
de probar la efectividad de su tesis, aludiendo a los flujos propios de la
naturaleza; que apela al comportamiento de las bandadas de pájaros y su
tendencia al orden espontaneo, al decir del escritor Nick Sorrentino en el blog
AgainstCronyCapitalism.org.
El problema con esta falacia, como con todas, es que en su reduccionismo no
tiene en cuenta las determinaciones laterales que pervierten la tesis evidente con
su conducta aleatoria; porque si bien es cierto que toda naturaleza tiende al
orden espontáneo —y la economía es un principio natural— también lo es que esta
naturaleza es de suyo artificial y por ende depende del alcance reflexivo y la
voluntad de sus individuos para actuar en un sentido dado. A diferencia de las
bandadas de pájaros, los individuos humanos tratan de prevalecer en una
actuación egoísta; que si bien se puede encontrar también en todos los
animales, incluidos los pájaros, en el caso humano se agrava por ese poder reflexivo,
que le permite sobreponerse a toda determinación y afectarla con su propio
comportamiento ético como individuo.
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Ninguno de esos pájaros tiene una voluntad personal (ego) de prevalecer
sobre los otros, manipulándolos políticamente para ello; como individuos su
voluntad es la de permanecer o sobrevivir, que es por lo que se integra
orgánicamente al grupo. En el momento en que ese individuo adquiera conciencia
suficiente como para crear una cultura, su comportamiento alterará ese ritmo natural con su voluntad individual de
prevalecer; garantizando para sí mismo, en base a ese egoísmo, un mayor acceso
a recursos de los que privará a sus semejantes, como han hecho hasta hoy todos
los humanos. Es de ahí que se entiende la decadencia del capitalismo en tanto
corporativo, porque ya esta es la forma en que emula las formulas socialistas;
no precisamente por unas políticas de protección, que en definitiva sólo pueden
fortalecer a la clase media y por ende estimularla en sus relaciones productivas;
sino porque termina reduciendo el ejercicio del poder político a unas élites
así sobrepuestas a la realidad y las necesidades de la misma. Que en el
llamado socialismo real fueran élites políticas y en el capitalismo sean
económicas las que pervierten el sistema, es …irrelevante; porque lo que importa es la subordinación que hacen estas élites
de la sociedad a sus propios intereses particulares, al erigirse naturalmemnte en subnaturalezas especiales con aspiraciones de poder.
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