Si la elección de Carol Wojtyla en
1978 supuso la crisis del llamado campo socialista, la del papa Bergoglio en el
2013 supondría la del capitalismo; curiosamente cumpliendo las predicciones del
Marxismo —que era ateo— con esa precedencia tan habitual como lógica de la
iglesia para los asuntos de Occidente. En todo caso, el papa Bergoglio llega al
Vaticano en medio de una crisis que se había pospuesto desde la muerte de Juan
Pablo II; cuando la elección imposible del más papable de los papables dejaba en
claro la tensión de las negociaciones al interior de la iglesia, que así
limitaba a ganar más tiempo. No hay dudas de que la elección de Francisco, por
muy católico que sea, es un giro hacia la izquierda; lo que tampoco es tan
contradictorio, y de hecho está muy lejos del radicalismo militante de la
Teología de la Liberación. Siguiendo el paralelo, a la elección de Juan Pablo
II le siguió la de la Thatcher en Inglaterra en 1979; mientras que en este 2014
no ha habido ninguna elección así tan radical, fuera del revival del ala
derecha del congreso norteamericano (see the update bellow).
No obstante, el 2014 sí ha
significado el momento cúspide de la crisis del capitalismo, incluso si no tan
radical como lo predijo el triunfalismo comunista; pero sí en esa desnudez del
cinismo que ha dado al traste con el simplismo y el reductivismo político de
las teorías neoliberales, como antes pasó con la inoperatividad económica del
socialismo. Comenzando por el desmonte de las teorías de Hayek, cuya ingenuidad
—si no franca malevolencia— quedó a las claras; hasta la crueldad y la
arrogancia de las élites financieras, que emulan en su comportamiento la de las
políticas en el socialismo. Se puede mirar por dondequiera y comenzar la
descripción de las condicionantes de Carlos Marx como las barcas en que arriban
los aqueos a Troya; desde la depauperación de la clase media, que se desplaza
desde el espíritu burgués a una conciencia de proletariado que avisa un segundo
aire del sindicalismo obrero; pero hasta el último desclasamiento del lumpen,
así empujado por ese empobrecimiento de la antigua clase media, y que ahora descree
de la caridad como método.
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Todo apunta entonces no sólo a la
desaceleración del impulso capitalista del último cuarto del siglo XX; sino
que, atizado por la radicalización del poder oligárquico, prevé un frenazo
total, que compense las pérdidas con una lenta progresión hacia una suerte de
neosocialismo; que debería alcanzar su apogeo hacia la segunda mitad del siglo
XXI, aunque por el mismo proceso de desaceleración mecánica de los péndulos —y el
movimiento pendular es precisamente la esquematización de la espiral dialéctica—
su realización debería ser menos radical que el precedente del siglo XX. Claro
que ni tan eufórico, un neosocialismo real no sería nunca el esperpento en que
los radicales del siglo XX se niegan a la muerte dialéctica; si precisamente
fueron esas falencias de su inoperatividad económica las que lo llevaron a la
crisis, marcada pero no determinada por la elección circunstancial de un papa.
Update
En realidad, la elección de François Hollande en Francia sí confirmaría la
tendencia del giro hacia la izquierda; incluso lo haría con una precisión de
esquema geométrico, al tener el sentido contrario —y en ello complementario— a
la de la Tatcher y el papa Wojtyla. El hecho de que el primer caso se diera en
Inglaterra y el segundo en Francia también sería comprensible, desde la misma
diferencia y complementariedad de ambos países en la proyección política de la
Modernidad; en la que Inglaterra es más susceptible al pragmatismo político del
capitalismo, mientras Francia lo es a estas proyecciones políticas propiamente
dicho; contribuyendo en ambos casos a la determinación de lo moderno aportándole los condicionmientos según el mismo Marxismo, con las revoluciones
política (francesa) e industrial (inglesa); sin que deje de ser curioso que el
vínculo de ambos fenómenos para la estructuración de lo europeo corriera por
cuenta de Alemania, que habría aportado la revolución del pensamiento a eso
moderno, según Marx.
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