Wednesday, February 13, 2019

¿Por qué no escribir para un magazín especializado en el problema racial cubano?


No hace mucho, la cantante de rap norteamericana fue ridiculizada por la extrema vulgaridad de un video clip; el número se llama The twerk’s song, y como su nombre indica, lo que muestra es un yate lleno de mujeres haciendo esa forma de baile. La controversia es banal por su moralismo inevitable, pero también apunta a esa degradación también inevitable; por la que la cultura negra en los Estados Unidos se ha reducido a esta hiper sexualización como signo de identidad, lo mismo racial que de género; cuando esa ha sido precisamente una de las quejas recurrentes contra la manipulación exacta de esas mismas minorías, como la forma más perversa del racismo.

Como respondiendo a un diseño, la controversia sale a la luz al mismo tiempo que la serie BET; que recreando la formación del Black Entertainement Television, fue una apuesta para dignificar la singularidad cultural de esta raza. El problema se ha revelado a sí mismo entonces como una peculiaridad del merado, que todo lo corrompe de forma inevitable; no porque el mercado sea corrupto en sí mismo, pero al menos porque reajusta los intereses comprometidos, cambiando el objetivo prioritario de forma progresiva. De esa forma, el BET devino en el conducto perfecto para mostrar el potencial capitalizable de la cultura negra; de modo que se le fijaron estándares de convencionalidad propios, como ese mimetismo del sentido del éxito entre los blancos. De ahí aberraciones como esa del Twerk’s song, por una cantante que por otra parte es de las más vistosas del mundo del hip hop; pero cuando este se ha corrompido, hasta el punto de que ya no es muestra de autenticidad en tanto marginal, sino de mimetismo en su convencionalidad.

Esa misma es la dinámica de las publicaciones especializadas, incluso cuando esta especialidad es la ciencia y sus objetivos; porque todo pasa a ser mediado por una élite generada alrededor de dicha publicación, que así deviene en una clase aparte. Es esta, como la burocracia intelectual, la que en definitiva sienta parámetros y reparte dividendos; siempre y también inevitablemente en función de los individuos concretos que la conforman, que así es como operan el cambio en los objetivos y por ende en los resultados finales. La fuente de corrupción es siempre el dinero, porque es el que confiere el poder de hacer las cosas; y con ello retiene esa facultad en sí mismo, por sobre los individuos a los que entonces dirige en una dirección u otra.

Esperar otra cosa del comportamiento humano es antinatural, y es también y por ende inviable; que es el problema del idealismo, como un sistema que es ideológico, y que por ello no es realista en ningún modo posible. De hecho, eso es lo que explica la fatalidad de sistemas políticos enteros, como el del socialismo; que planteándose un modelo utópico, este es en ello un esquema ideal, que deviene en distópico, al constreñir la realidad a sus propias necesidades políticas. Comprometerse en una actividad sistemática de ese corte, es igual que la evangelización de los pueblos o la redención de los pobres; es decir, un error de principio, que ignora la inefabilidad del espíritu humano, y su entera sujeción —hasta por principio— a intereses particulares; que pueden ser por demás tan terribles y sutiles como el hedonismo, y que en todo caso son los que terminan dictando la razón trascendente del Ser.

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