Wednesday, October 14, 2015

Why Bernie Sanders should insist on his campaign

Por Ignacio T. Granados
No hay dudas de que más allá del entusiasmo, Hillary Clinton ganó el primer debate demócrata y con ventajas; Bernie insistió en su viejo discurso, con el que ha demostrado que el país esté probablemente en medio de una crisis de crecimiento y madurez, pero que es básicamente moral. La cultura norteamericana se caracteriza precisamente por su pragmatismo, que es la efectividad de un gobierno para todos sus ciudadanos; algo que no es posible con el suprematismo moral, por más que esté justificado por una crisis de valores de dimensiones apocalípticas como la actual; que es más grave cuanto ha polarizado el espectro político, entre extremos que no cejan en su forcejeo, aún a riesgo de la estabilidad nacional. No hay que ser supra objetivos ni ofrecer un falso sentido de justicia, el chantaje es por parte de la derecha radical y no de la izquierda liberal; pero una reacción por parte de esta la igualaría a ese extremismo tradicionalista, quebrando el tejido político, ya afectado por ese radicalismo de la derecha.

Bernie Sanders ha funcionado así como una suerte de Pepe Grillo, que le recuerda sus deberes políticos al partido demócrata; al que para colmo ni siquiera pertenece, dejando claro con su distanciamiento ese otro problema del purismo moral… que tanto le asemejaría al radicalismo de derechas. Hillary Clinton en cambio se perfiló como la mejor apuesta, no precisamente por su inteligencia sino por su posición moderada; que la haría más accesible a la derecha incluso radical, y por tanto más efectiva a la hora de establecer un gobierno. Sería absurdo olvidar el divisionismo introducido por el problema racial con la presidencia de Barack Obama, por más que fuera culpa de ese radicalismo de derecha; se tradujo en un entorpecimiento constante del gobierno que sólo se pudo superar a cuenta de mucha paciencia y cinismo, que no son valores precisamente morales sino pragmáticos. Esta vez Hillary Clinton no luce tan divisiva en la contienda presidencial como cuando fue retada por el más divisivo aún Barack Obama; eso se lo debe al radicalismo moral de Bernie Sanders, por el que ha revelado por contraste su propio republicanismo, siquiera moderado.

Quien minimice este problema debe recordar que la mismísima enormidad de Donald Trump era demócrata, hasta que el liberalismo le jugó la mala pasada de elegir a Obama; de modo que la naturaleza del liberalismo demócrata es pragmática y no moral, explicando el independentismo tradicional de Sanders. No obstante Bernie debe insistir en su campaña, como otra forma un poco retorcida de pragmatismo; porque en definitiva, en su radicalismo es el termómetro de la madurez política de los Estados Unidos, como el grito de su conciencia. Al final, también una predicción es sólo una predicción, como la que negaba toda posibilidad de Benedicto XVI al papado; y bien puede ser que la edad norteamericana haya avanzado  de modo imperceptible bajo el barniz de las encuestas, que al fin y al cabo son sólo estudios de mercado.


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