Thursday, September 17, 2015

La incógnita americana

Por Ignacio T. Granados Herrera
Tratándose de un difícil viraje global hacia la izquierda, no puede esperarse que tenga la perfección de la proporción geométrica; pero si atendiendo a eso restamos las equidistancias —y ni tan mucho—, la reciente elección de Jeremy Corbyn como líder del laborismo inglés despertará grandes expectativas sobre las próximas elecciones norteamericanas. En efecto, la elección de Juan Pablo II al trono de Pedro antecedió a la de Thatcher al laborismo inglés; y no por gusto se les conoció —junto con Reagan— como la Troika, capaz de acabar con la oposición del campo socialista y establecer el neoliberalismo como doctrina económica. Nada más natural que esta expansión al absoluto del capitalismo más feroz demostrara sus falencias, agotando la fe de sus fieles; antes le había ocurrido a ese campo socialista, cuya muerte fue por implosión antes que por una mayor eficacia en la estrategia capitalista, por más que ese capitalismo manipulara la ecuación con el militarismo; y que sólo de modo paralelo a esa desaparición de la tensión política con su contraparte socialista pudo implantar esa doctrina del capitalismo triunfal, que hasta cree en su propia superioridad moral.

Lo interesante es la incertidumbre, visto que la proporción no tiene que ser geométrica y en ello perfecta; por lo que esta precesión no tiene que augurar una victoria de Bernie Sanders como la anterior impuso la de Reagan.  En verdad la tensión estaría dada y en principio sí sería perfecta, pero sólo en principio; en la práctica el electorado norteamericano puede reaccionar con pánico al extremismo siquiera relativo de Sanders, que es en verdad un social demócrata; en una sutileza imperceptible a la primariez de esa cultura popular, cebada en su primariez por esa obscenidad del híper consumo. Una huida de ese supuesto extremismo de Sanders puede ser lo mismo al otro extremismo de Donald Trump, por ejemplo; que en definitiva puede ser un interludio, como el de Roma entre Juan Pablo II y Bergoglio con Ratzinger; y en el que Estados Unidos reacomodaría sus fuerzas con la rudeza y la vulgaridad de Trump, pero como una protesta de auto castigo contra la retórica superficial e hipócrita de la clase política. También estaría la cínica mediación de Hillary Clinton, que no debería contar pero como tampoco debió contar el Ratzinger del Santo Oficio tras la muerte de Juan Pablo II; además de las sorpresas laterales, que tienen poco futuro pero que nadie sabe ni sabrá hasta el último momento.

Es esta incertidumbre la que hace emocionante esta perspectiva de las elecciones norteamericanas, con esa misma textura del expresionismo alemán cuando determinó la nueva estética que era la cinematografía; porque sería de eso de lo que se trata, de una dramaturgia del mundo, en que este se despierta del horror de sus sueños. El sueño de la razón produce monstruos, reza el título de uno de los caprichos más famosos de Francisco de Goya; tal pareciera haber sido hecho para prefigurar esa veleidad estética del espanto expresionista, que es el espejo (speculo) del mundo. El triunfo del neoliberalismo, como antes el del socialismo que resultó utópico en su pretensión realista, serían los monstruos de ese sueño de la razón; que perdida no más alcanzada, con aquel apogeo del capitalismo industrial, se despereza en estos augurios sobre la incógnita americana. Carlos Marx no desconoció la extrema singularidad de lo norteamericano, pero él mismo habría sucumbido a ese determinismo por el que Europa era Occidente;  no vio que esta extensión se prestaba a la inauguración misma del Éxodo y la Hégira, y que es la condición que hace tan llamativa a esta incógnita americana. 

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