Saturday, January 17, 2015

No es la guerra santa, idiota!

Con la misma histeria y simplismo que critica en los imanes, el escritor Arturo Pérez Reverte ha lanzado el anatema que revuelve a las élites occidentales contra los ídolos de Mahoma; con la salvedad de que Mahoma, a diferencia de Occidente, no tiene ídolos que no haya importado del Occidente cristiano, como el avaro neo feudalismo de su economía. Reverte aclara estentóreo que el terrorismo en verdad se trata de la guerra santa, y hasta se atreve al epíteto dramático y descalificador; con lo que, como un Imán al fin, no hace sino agitar el mismo fantasma que han agitado los señores de la guerra desde aquella época en que una cruzada contra el infiel terminó extrañamente en el saqueo de la cristiana Constantinopla. La llamada confrontación actual entre civilizaciones es una falacia, incluso si es el mundo musulmán quien primero la califica así; sobre todo porque en realidad se trata de una manipulación política de la cultura neo feudal postmoderna y sus perversiones económicas; no importa si las élites intelectuales de Occidente responden al estímulo como los ulemas e imanes, en esa función seudo religiosa que han asumido encabezando el racionalismo como sensibilidad religiosa propia de la Modernidad.
Primero, el comienzo de dicha confrontación es una falacia histórica, situada en la ocupación de la península ibérica y no en la génesis misma del Islán; que surge como una aplicación puntual de la evolución de la cultura en el mundo árabe, derivada de forma natural del judaísmo, como la cultura cristiana. De hecho, está establecido que el Islán es un desprendimiento directo del cristianismo nestoriano y no una formación original; debiendo su singularidad a las circunstancias mismas del entorno árabe, igual que el Cristianismo al Judaísmo. En ese sentido entonces, la misma ocupación árabe de España no habría sido sino otro episodio de desplazamiento de grupos culturales; que en principio además ni siquiera provenía de la Siria que era sede del califato, sino de su asentamiento al norte de África. Pero ese período de ocupación sería semejante al de la ocupación bizantina, que sin embargo se ve como una recuperación eventual del imperio romano; con la peculiaridad de que el asentamiento visigodo habría ocurrido como un tratado de federación con Roma, en su proceso de decadencia, tras el establecimiento de la capital imperial en Constantinopla.
Comprar en kindle
Por otra parte, la pérdida de Al Ándalus marcaría el comienzo de la decadencia de la cultura musulmana, tras su máximo esplendor; que si bien suele ser opacado por la apoteosis abasí de Arun Al Rachid, era mucho más refinada y cosmopolita que Bagdad. En todo caso, la sucesión de califas cada vez más mediocres y el enfrentamiento entre diversos califatos terminaría por quebrar demasiadas veces la línea de legitimidad califal; favoreciendo el tradicionalismo suní sobre el evangelismo chiita, de modo que se termina favoreciendo el surgimiento de nuevas y sucesivas dinastías. Ese habría sido el caso de la casa de Saud, como una tribu que legitimó su expansión en un purismo simplista; como un proceso comprensible, teniendo en cuenta que desde la decadencia de los califatos hasta la exponenciación de la casa de Saud sólo median trescientos años, entre los siglos XV y XVIII. Eso no es extraño, pasa por el auge paralelo del Islán como cultura en expansión, no obstante la decadencia de los califatos, que son sólo una forma organizacional y no la cultura misma; resguardada en esplendores emergentes como el de los turcos otomanos desde la toma de Constantinopla en el siglo XV, como una rama independiente de los califatos tradicionales. De hecho, el imperio otomano crece y se desarrolla como un sultanato independiente, y así se mantiene; al margen por tanto de ese proceso de decadencia que afecta a las formaciones califales en el resto del mundo desde la caída del de Córdoba en los pequeños reinos de Taifas. Así, el esplendor otomano serviría incluso de marco referencial para el poder creciente del neo tribalismo árabe; como ese de la casa de Saud, que se reproducirá en los reinos absolutos, que cobran auge además a partir del siglo XX por la riqueza petrolera, que les permite perpetuarse en su forma de feudalismo casi tribal. Obsérvese que a diferencia de estas formas de gobierno autoritario, la cultura otomana deriva de modo natural al modelo de república parlamentaria; desarrollando incluso una clase media relativamente fuerte, y sujeta a las mismas vicisitudes que el resto de las sociedades occidentales en el capitalismo moderno. 
Libros en kindle
Pero que mantiene sin embargo su valor referencial para el resto del Islán, en el mismo sentido que Roma ha reclamado siempre su preponderancia cultural en Occidente; aún si el islamismo turco es moderado, igual que ha devenido el cristianismo occidental y contrario al islamismo árabe, justo por depender de la clase media; que contrario a los casos árabes —que sostienen el fundamentalismo con dinero y respaldo legal—, es la que le otorga soberanía y legitimidad. Donde quedaría claro entonces que el problema del fundamentalismo es la economía feudal que lo sostiene, y esa la produce Occidente y no el mundo árabe; ya desde que el dinero árabe carece de todo valor propio, y deriva su poder de el del petróleo, que es otorgado por el consumismo de Occidente; es decir, la población que corre histérica ante ese fantasma terrorífico que le han dicho que es el terrorismo árabe y no la avaricia con que lo entontece la televisión.

No comments:

Post a Comment