Desgraciadamente
es cierto que Islán no quiere decir paz sino sumisión a Alá; y cuando se pone
la palabra sumisión ya no importa que al final se ponga el nombre de Alá,
porque eso quiere decir la persona que actúa en el nombre de Alá. Lo que sí
debería escandalizarnos es la soberbia con que los occidentales actuamos en
nombre de la Razón; que, de paso, es el nombre con que sustituimos el de Dios
(Alá). Así que venimos actuando en base a la misma irracionalidad, porque hemos
pervertido la instrumentalidad racional de la razón; rebajándola a esa simple compulsión
moral que todo lo justifica, y que es en lo que ha devenido el concepto de Dios
para todos los hombres, no sólo los musulmanes. Si en realidad fuéramos tan
racionales, seguro no permitiríamos que una reducción ad absurdum como la
caricatura monopolizara la rica complejidad de nuestra expresión; porque la
caricatura es un recurso retórico, demasiado inmediato para concebir una representación
cabal de la realidad, antes que una manipulación de nuestras compulsiones.
Una
caricatura ironiza sobre la imposibilidad del humor constreñido a un lenguaje
políticamente correcto, sin ofensas étnicas y de género; y ya eso explica la
soberbia en que se basa la supuesta sanidad racional de nuestro humor, que
siempre está basado en la fuerza; y por el cual se ha conseguido desmoralizar y
debilitar con ello a todos los grupos de interés político distintos del varón,
blanco y heterosexual. Si bien la más elemental racionalidad llama a tomar las
cosas con sentido del humor, también dice que este humor sólo es respetuoso
cuando es sobre uno mismo; pero cuando es sobre el prójimo, ya sea del ateo
sobre el creyente, del hombre sobre la mujer, del blanco sobre el negro o esta
del poderoso occidental contra el bruto medio oriental, es simplemente abuso e
irrespeto.
Si en verdad
fuéramos tan racionales, para seguir con el ejemplo, sospecharíamos de esta
puntualidad misma del enfrentamiento; porque la sublime Francia está muy lejos
de ser el atajo de liberalismo que se piensa, con su reunión de putas y
maricones; sino que es el país que pudo aportar un cisma conservador al seno
mismo del ya conservador catolicismo, con una figura como monseñor Lefevbre. Eso
último quizás sea un dato que muchos desconozcan de tan sutil, y al que por
tanto resten importancia; sin atender a lo sintomático, que es lo que revela
las dinámicas inherentes a los fenómenos históricos, por su antropología.
Si fuéramos
tan racionales, sabríamos en fin que la cultura musulmana simplemente ha
sufrido un estancamiento; pero que no es inferior a la nuestra, sino que su
circunstancia histórica le ha jugado en contra, justo por su superioridad de
inicio. Primero, al ser una cultura civil y no clerical, que es lo que le da
esa preeminencia al pastor y su enseñanza —no sacerdote— antes que a unos
misterios mágicos; cosa que Occidente sólo vería cuando el simplismo de la
cultura norteamericana fundara una sociedad incluso populista antes que popular,
basada tan fuertemente en contra de toda forma de elitismo; como ese que
sustenta la supuesta superioridad racional (intelectual de los occidentales,
reducida a la burda simpleza de unos caricaturistas. Si fuéramos tan
racionales, sabríamos que fue el autoritarismo occidental lo que torció los
rumbos de (todas) las culturas medio orientales; y veríamos también que la raíz
de todo eso fue precisamente la ambición y la soberbia, no un ilustracionismo
que de humanista sólo tenía la justificación moderna del capitalismo.
Lo que hace
intolerable la reacción de Occidente es esa misma naturaleza francesa de su
rabia y su impotencia; que no se limita a la islamización de su sociedad
contemporánea, que es a lo que teme, sino que además es tan poco generosa que
no alcanza a apoyar efectivamente al intelectualismo moderado musulmán por su
terror del socialismo económico. Porque todo el mundo sabe que es mejor un
árabe bruto que un árabe ilustrado, que ponga en peligro la hegemonía económica
de Occidente; por lo que es mejor engordarles los jeques que se apoyan en la
autoridad de los Ulemas y se gastan toda la suciedad de su oro en pacotilla
occidental, antes que empoderar de veras a su clase media.
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