Wednesday, November 5, 2014

Overtura 2016, la marcha sobre Washington

Técnicamente, la Victoria republican en el congreso norteamericano no es tan grave y era hasta cierto punto predecible; sin embargo es moralmente devastadora por el futuro inmediato que determina, y cambia además las proyecciones sobre el futuro de la política en Washington. Eso es paradójico, que siendo un final predecible cambie las perspectivas en la proyección de ese futuro; pero se debe a que estas proyecciones antes de las elecciones de medio término estaban basadas en las mismas pretensiones de los partidos, no en sus posibilidades reales. Lo cierto es que estas elecciones de medio término son como la Obertura 1812 de Tchaikovsky, sólo que anunciando la marcha sobre Washington; que no será ciertamente la marcha de los revolucionarios, pero sí figurará una catarsis semejante, en tanto solución a los conflictos desatados con la primera elección de Obama a la presidencia.

No es por gusto que se mencione aquella elección de Obama y el carácter más cultural que propiamente político de este conflicto; si la contradicción actual se debe sobre todo a la radicalización de la agenda republicana contra un modelo económico basado en la clase media, junto al auto debilitamiento del partido republicano por su desmoralización. Ambas reacciones se deberían a la alta sensibilidad del espectro político norteamericano ante la elección de un negro a la presidencia; en un país en el que las convenciones políticas son tan fuertes que ni aún la crisis más grave entre los partidos tradicionales consigue romper el pacto bipartidista. Se entiende que, en definitiva, el bipartidismo norteamericano es tan fuerte que más bien se trata de un monopartidismo con dos tendencias ideológicas más que de dos partidos; lo que puede parecer reductivo, pero no lo es si se observa la renuencia ya cultural del país a aceptar de modo efectivo un verdadero pluralismo político, que incorporaría las múltiples tendencias inevitables a ese espectro.

Ahora, sobre las proyecciones a futuro, está claro que la doble mayoría republicana fatigaría al público en los próximos dos años; abriendo las posibilidades para un continuismo demócrata en la casa blanca, con una renovación del pacto civil semejante a la que catapultó a Bill Clinton. Eso no tiene que ser necesariamente así, pero para que no se cumpla haría falta la improbabilidad de que los republicanos se mesuren en su manejo del congreso; lo que es bastante difícil, dada la tradición de altanería de toda mayoría, aunque es todavía posible por la torpeza de un partido demócrata mal perdedor que se dé al filibusterismo; que al fin y al cabo esas prácticas son propias de políticos, y ya se sabe que se trata de un mismo partido con dos tendencias ideológicas más que de dos ideologías.

Aún, es poco probable que la propuesta demócrata para la Casa Blanca incluya a una Hillary Clinton ya desgastada en todo sentido; primero porque se cumplirse la debacle republicana, se trataría de una radicalización del público que no admitiría la doblez típica de una Clinton dada a los grandes intereses. De hecho, es más probable que el partido demócrata se lance con una candidatura atrevida y riesgosa como la de Elizabeth Warren; que aunque en estos momentos estaría demasiado a la izquierda del espectro, dadas las actuales contradicciones ya estaría más al centro, aparte de sus propias y previsibles concesiones en este sentido. Igual sí es demasiado pronto para predecir candidatos puntuales, aunque no para ponderar desarrollo de tendencias; y aunque aún es posible la repentina conversión republicana que de al traste con todo, hay que recordar que los políticos son como la actual aristocracia, dirigiéndose por sí misma a la rechinante guillotina.

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