Una gota no hace al océano, pero forma parte de este, y así será esta
opinión, que viene de quien se las reserva; porque todo hay que decirlo, es la
experiencia la que me ha apartado de toda empresa política del exilio cubano.
Esta vez sin embargo, había un elemento nuevo, que era la estrategia evidente
en que se combinaron todos; siquiera por eso habría valido la pena, al ver a
toda la disidencia activarse en forma coordinada y no desmoralizándose unos a
otros.
Más grande aún que eso, fue la oportunidad, presentada por la misma
arrogancia del gobierno cubano; que goloso ante la crisis interna de los
Estados Unidos, desplegó oportunista si engañosa solidaridad, avivando el
fuego. Funcionó como un aviso del réferi para que los atletas se pusieran en
sus marcas, prestos para el listo; fue una organización espontánea y total, en
la que ni siquiera importa quién tuvo la iniciativa primera.
Alguien puede haber tenido esperanzas de un espectáculo final, con demostraciones
masivas de repudio al régimen; pero eso es ilusorio, y no porque el sentido
estuviera en apenas volver a poner en evidencia al sistema cubano; sino porque
ya se hace abiertamente, la convocatoria funciona en su totalidad, y todos
responden. Eso, luego de una tradición ininterrumpida de insultos y
descalificaciones mutuas, justificando las burlas del régimen; tanto que en su
momento hasta descarriló un proyecto enorme en sus alcances como el Varela, que
difícilmente se consiga de nuevo.
Probablemente sea hora de respetar a los que ponen la espalda, y dejar de
ponerles pautas y alimentar expectativas; harán lo que puedan y en la medida en
que puedan, porque como ya se ha visto, están solos en su lucha. Cualquiera que
sea el proceso, va a tener el ritmo que ellos le puedan imponer, y está bien
que así sea; por lo pronto, lograron el consenso entre sí para actuar, sin siquiera
pensar en sus muchas diferencias.
Eso es bueno, porque sólo desde ahí podrán crear ese respeto mutuo, por el
que luego podrán esperarlo de los demás; desde ahí es que van a conseguir la
legitimidad, no de la supuesta evidencia de la maldad del régimen, que bien
paga su propia legitimidad. Entre las cosas vistas, pocas fueron las voces que
desacreditaran a los grupos de negros por su énfasis racial; eso ya es respeto,
reconocimiento de sus propios intereses individuales, y apertura para una
colaboración efectiva.
Como ese elemento respecto a los negros hubo otros, nadie cuestionó a Tania
brugueras, tan popular como polémica; y así muchísimos más, a todos se alentó desde
el exilio, que estuvo pendiente de los acontecimientos, como corresponde. Si
eso no es ganancia, es que nadie ha visto lo que hasta ayer mismo hubo y no
vale la pena explicar lo inexplicable; fuera de eso, quizás todavía no se
entienda, pero esa oposición se hizo más respetable y consistente, lo demuestra
la inmensidad del operativo en su contra.
Entre la ganancia de contra, la evidencia contra esos intelectuales que
todo lo critican pero no hacen nada; que no pueden esconderse tras el silencio
como el hombre común, porque ellos sí se manifestaron por lo que pasa en
Estados Unidos. Ese retraimiento ante lo que pasa en su propio país, es la
evidencia más grande de su vacuidad y lo poco necesario que son; eso y el otro
silencio, más culpable aún y más ruidoso también, de los que viviendo en la
diáspora todavía rinden pleitesías.
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