La crisis
desatada por la pandemia del coronavirus alimenta las teorías
conspirativas, lo que es natural; aunque obvia la otra realidad, puede que por el estado mismo de la crisis, de que no se necesitan conspiraciones. En todo
caso, no se necesitan conspiraciones cuando se cuenta con un peso tan importante
como el de los intereses individuales; que en conjunción con el ejercicio estúpido
del poder y la manipulación política de las masas, produce este tipo de efectos
como reacción.
Por supuesto, es
más que probable que China haya provocado esta pandemia deliberadamente; igual que
es probable que otros países tengan mayor o menor responsabilidad en ello, y
que en todo caso las élites financieras están todas involucradas en eso. Pero
eso sería más como contradicción natural de los procesos lógicos en desarrollo,
que serían lo importante en este caso; como todas esas condiciones que permitieron
a China reclamar su preponderancia política, ya que ya la poseía
económicamente.
Se trata aquí de
esas manipulaciones previas, con que las que las élites financieras diseñaron
el mercado contemporáneo en su modelo neoliberal; con China como el gran proveedor,
mientras ellos se especializaban en servicios y una economía de élite, bajando
considerablemente los costos de producción. Ese es un diseño comenzado con el
acercamiento a China, y con los mismos resultados que la repartición del mundo
en Yalta; que permitiría la emergencia artificial de la Unión Soviética, capaz
de provocar un desastre global con sus pretensiones.
El nuevo
escenario, apunta según la crítica común a una hegemonía china como nuevo orden
mundial; al sustituir funcionalmente a Estados Unidos como gran veedor del
mundo, gracias a esta maniobra de debilitamiento. Es difícil que China pueda
prevalecer o mantener una hegemonía en ese escenario, que de hecho mantiene las
tensiones actuales; ya que la actual emergencia económica de China se debe a un
error de cálculo de Occidente, no a una suficiencia económica suya.
Precisamente, el
punto crítico del modelo chino es su organización piramidal, propio del
capitalismo corporativo; que en lento auge a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX, tuvo hitos como el que planteara el acercamiento de Occidente
(Estados Unidos) a China. Aquel movimiento parecía —y puede haber estado— destinado
a contrarrestar el peso político de la Unión Soviética; pero en todo caso la
determinación es económica y no política, que es por lo que sirvió de marco al
apogeo del neoliberalismo postmoderno.
Sin embargo, ese
modelo es ineficiente por naturaleza, al subordinar las necesidades económicas
a las políticas; que sería lo que produjera esta desastre actual, comenzando
con la emergencia de China, y terminando por el manejo general de la crisis. La
capacidad China de suplir al mercado mundial es ficticia, como se ve en sus
continua falta de credibilidad; no sólo por los constante problemas legales,
sino incluso respecto a la calidad de su materia prima y hasta las condiciones
laborales de su clase trabajadora.
Nada de eso es
nuevo, es la naturaleza de llamado socialismo real, que China sólo adaptó como
condición para su emergencia; pero que mantiene el único elemento que la hace
ineficiente, en el autoritarismo de su pirámide económica. Es el mismo que ha
llevado a la prevalencia económica de todo Occidente a la quiebra, con esta
sujeción política a la china; igual que es la que ha socavado las estructuras
productivas en todos los países que han adoptado el llamado socialismo real.
El mundo está
acostumbrado a esa falta de credibilidad de China, así como a la debilidad de
su misma base productiva; si no había podido desembarazarse de ella fue por la
presión y la manipulación política de las élites, que en su arrogancia no
pudieron prever esta falencia. El problema entonces no es político sino
económico, por la subordinación de la economía a la política; que al proveer
las determinaciones de la sociedad, lo hace en forma distorsionada, por responder
a necesidades aparentes (políticas) y no reales (económicas).
No sólo esta
crisis ha desnudado a China como la amenaza al mundo que es, sino también que
es irreformable; así que incluso si esta crisis da el resultado que China
buscaba, de todos modos será insostenible para ellos. China es nada sin el
apoyo de Occidente, no sólo como su gran consumidor sino incluso su proveedor
de tecnología; porque tampoco hay que caer en el mito de la superioridad
tecnológica de China, extraída precisamente de Occidente.
No son los
tiempos antiguos, en que China proveyó a Occidente de sus principios y su desarrollo
tecnológico; en aquella época la economía era primaria, y la tecnología se basa
en principios generales de la mecánica. En esta época, la tecnología es sofisticada
y de carácter especializado, no general; y para desarrollarla necesita de una
sólida base económica, que sólo puede proveer una economía basada en el liberalismo
de mercado.
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