Thursday, August 2, 2018

De la distorsión de la eficacia analítica del Marxismo


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Entre las paradojas de desarrollo del Marxismo como materialismo histórico, está no sólo el determinismo de su visión inmanentista; que reproduciría los vicios del trascendentalismo tradicional que critica en ese inmanentismo, en su propia naturaleza idealista; sino que además provee la primera distorsión, por la que ese inmanentismo deriva en un valor doctrinal, con la reducción ideológica del Leninismo. Esta distorsión consistiría a en el análisis del mismo Carlos Marx sobre el golpe de estado de Luis Bonaparte, en su ensayo El 18 Brumario; del que Lenin extrae toda su elaboración de la doctrina leninista del Marxismo, con funciones de ortodoxia colegial y escolástica; tal y como las diferentes iglesias que fundan en el cristianismo su doctrina, y entre las que prima el catolicismo sólo por su mayor fortuna política.
El problema con este ensayo de Carlos Marx estriba en que su valor es retórico, como una simple cuestión de estilo; que aunque es eficiente como análisis crítico, limita sus alcances a los problemas factuales del fenómeno que critica, en la ilustración de estos. Lejos de eso, sin embargo, Marx le da connotaciones políticas, y distorsiona el ya excesivo valor inmanentista de su doctrina económica, con el falso trascendentalismo de la nueva moral; esto es, lo que terminará derivando la moral socialista, y qué no es más que la vieja moral cristiana, actualizada con sus referencias al cristianismo primitivo. Lo que hará Lenin es la organización excátedra de la doctrina marxista, con la fijación de sus dogmas, definidos colegiadamente en las universidades como escolástica; que luego la tradición resolverá con su hagiografía y su calendario litúrgico, en un desarrollo incluso puntualmente paralelo al del desarrollo del cristianismo. 
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Todo esto funcionaría entonces como la distorsión natural, que impone la distorsión posterior de los errores lógicos del Marxismo; que son lógicos por su propia determinación irracional, en tanto primera sistematización definitiva de la dialéctica hegeliana, que es de por sí sobrehumana. Por su puesto, en todo esto incide el problema de la voluntad y él ego, tan propio de la época que todavía nos afecta hoy día; como se observa de la misma veneración acrítica que le profesa Federico Engels, y que sería como la que Platón esperaba de Aristóteles; pero que en cambio funcionaría como su apóstol Pedro, respecto al que Lenin sería San Pablo, en la extensión del Marxismo a los gentiles.
El problema básico estriba en el planteamiento de unas necesidades históricas supuestamente objetivas, que en tanto formales son no sólo aparentes; sino que además en ello son propias de la percepción del problema y no del problema mismo, cuando esta misma percepción es subjetiva y circunstancial. Sería de ahí que provengan los problemas de percepción de las necesidades histórica, y por ende de la proyección de su satisfacción; cuya racionalización es inevitablemente reductiva, y por ende contradictoria con la propia determinación irracional de las mismas.

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