Sunday, October 1, 2017

España, aparta de mí este cáliz


Cuando Puerto Rico celebra sus referéndums periódicos estos no son vinculantes, pero sí sirven de medidor de la opinión pública; de hecho, sus resultados muestran siempre un margen tan estrecho que hacen imposible una legislación consistente al respecto. Esa es la razón de que dichos referéndums no sean vinculantes, con la colorida peculiaridad de que son impulsados por el independentismo nacionalista; que es la fuerza más débil, entre las opciones del estatismo y la libre asociación, en un empate virtual.
Para más color, ese independentismo normalmente apoya las propuestas estatistas, pues con estas conseguiría un estatuto; desde el cual sería más fácil legislar una independencia, incluso contra la voluntad popular, que se mantiene aferrada a la ambigüedad actual. Lo importante de todo eso es que, independiente de las pretensiones de todas las partes, se mantienen en un empate virtual; y es eso lo que resta consistencia a ese esfuerzo continuo de definición, haciéndolo no vinculante por principio.

Origines of the blasón del Condado de Barcelona,
por Claudi Lorenzale
Más allá de si el gobierno norteamericano es colonialista o no, es irresponsable políticamente desconocer la voluntad popular respecto al destino nacional; y una medida en este sentido significaría la ruptura de la organización estructural del país, que así se dirigiría al caos político. Algo parecido puede ser el caso de Catalunya (Catalonia) en España, con sus propias complicaciones históricas, además; pues hay que recordar que el reino de Catalonia fue una adición a la corona de Aragón por alianza matrimonial, sin otro sustento histórico.
Puede ser cierto que la mayoría o una porción vital de la población catalana no quiera la independencia, y eso debe ser tenido en cuenta; pero también debe tenerse en cuenta que un cuarenta y cinco por ciento de independentismo es otra porción importante y vital, que hace la pertenencia a España inoperante. Esa es la razón de que estados Unidos no conceda el estatuto de estado pleno a Puerto Rico, en aras de su propia estabilidad; no ya la estabilidad de Puerto rico, sino la suya propia, atada a la inestabilidad de un país inmaduro y en peligro de quiebra perpetua.

Cortes catalanas
De hecho, el condado de Barcelona tiene sus propias raíces en la antigua Aquitania, muy a pesar de su naturaleza fronteriza; ya que incluso las marcas de España son una creación del imperio carolingio, más de una vez borrada por el impreciso destino del imperio romano germánico, que alguna vez encabezó el rey de todas las Españas. El conflicto es así hasta contra natura, en una de esas contradicciones inevitables al desarrollo de la cultura como naturaleza; y sólo el tiempo verá qué solución mejor le acomoda, por encima de los empecinamientos y la arrogancia de los humanos.
Ese es el problema que aporta el conflicto catalán, y la solución pasa ese equilibrio, que sólo se supera con cultura y madurez; pues es como un chantaje que mantiene la realidad sobre sus fenómenos obstaculizándolos —como en ese mismo caso de Puerto Rico— hasta que consigan madurar, no importa lo que demoren. Lo que sí es ofensivo es la incapacidad del gobierno español para manejar este conflicto, cuando incluso cuenta con herramientas judiciales; que van desde su propia y riquísima tradición jurídica hasta las referencias del canon gótico y —para algo ha de servir— la participación en la Comunidad Europea. 

Las crisis son naturales, la violencia desproporcionada y torpe no lo es y nunca está justificada; y la verdad es que, si los esfuerzos independentistas de Catalunya han penetrado la ilegalidad, sus cabecillas —y no la población— debieron pagar por ello. Instrumentos hay, en ese reguero de leyes que deben servir para algo más que para hacerle difícil la vida a la gente; y eso es lo que hace que reluzca la incompetencia del gobierno español, como la vergüenza con que azuzan a su policía. Por demás, todos aquellos que acusan a los catalanes por su obstinación, que se asusten cuando ellos mismos sean los obstinados; porque si no hay nada que justifique una reacción desproporcionada, peor es que sean los pueblos mismos los que la santifiquen. El catalanismo, como todo nacionalismo, es una reducción horrible sobre los alcances universales de la humanidad; pero a ese alcance no se llega con una represión brutal sistemática, sino ofreciendo la posibilidad de hacer un aporte singular a lo hispano con dignidad.

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