Thursday, July 9, 2020

De nuevo, ideológicas


Incluso si se sabe que el enfrentamiento ideológico no es nuevo, todavía queda por ver cómo se desarrolla; el deterioro de la filosofía presocrática es sólo un efecto superficial, nocivo pero también reparable en su superficialidad. Probablemente fuera este mismo vicio, en una cultura sin fuerza para el dogmatismo, lo que hastiara a los fisiólogos; que en su tiempo tienen que haber lidiado con supercheros más graves que los vendedores de aceite de serpiente en nuestros caminos.

Las mismas escuelas menores no se desarrollaron sobre sistematizaciones ontológicas, sino sobre presupuestos éticos; y eso como la satisfacción de necesidades supuestamente evidentes, en códigos morales con poca variación entre sí, si alguna.  El enfrentamiento que da forma a la patrística cristiana, recurre a esa filosofía de los antiguos, pero es ideológico; se dirigía a la convención de las normas morales, que regirían a la nueva religión en sus dogmas, como determinaciones básicas para su cultura.

La conclusión agustina de dicha tradición, en el enfrentamiento con los maniqueos, no es sistemática; sino que acudiendo al argumento retórico (sofista) antes que a la postulación filosófica, es también ideológica. Irónico en esa genialidad de abogado, conformaría en esta confrontación su ideología, soportando sus propios dogmas con argumentos maniqueos; en una de las victorias más inteligentes de la retórica, como si copiara los manuales de la guerra de los sabios chinos; sólo que los sabios sabían que la guerra era una derrota para todas las partes, y se reducían a limitar los daños propios.

Las sucesivas peleas en que siguieron enfrentándose los cristianos a lo largo del medioevo, eran ideológicas y no filosóficas; los campesinos se mataban entre sí por conceptos tan abstrusos que quienes los predicaban apenas los comprendían. Habría sido en esta algidez asidua que la ideología sustituyera a la filosofía en su función reflexiva, ya como cultura; porque contrario además a los antiguos, aportaba el recurso grosero de la violencia popular como ejercicio político.

Esa violencia es lo que desconocieron esos antiguos, incluso si eventualmente violentos en su extrema individualidad; Diógenes era un excéntrico, en ese sarcasmo con que podía menospreciar a cualquiera con su suprematismo ético. Pero ya a la altura de las soberbias parroquias y abadías medievales, el ascendiente popular y la demagogia desarrollaron esplendor; y esa fue la cultura en que se dio la modernidad, como su fruto más lógico y natural, en el estrellato de sus pensadores fulminantes, no profundos.

Bien planteado, el método cartesiano sólo actualiza al silogismo aristotélico, adaptándolo a nuevos parámetros de credibilidad; es en la agresión confrontacional que adquiere valor político, sobreponiendo la violencia ideológica al valor reflexivo de la filosofía. De ahí que fuera él quien determinara la distorsión toda del pensamiento moderno, con su recurrencia al idealismo; cuya confrontación ya no era funcionalmente reflexiva sino doctrinal, a la altura del cristianismo dogmático que combatía.

Ese es el tipo de fenómeno que va a enfrentar el marxismo, independiente de sus méritos o deméritos reflexivos; y como antes el cristiano agustinismo frente a los maniqueos, va a basarse en la argumentación retórica antes que en recursos estrictamente filosóficos. De hecho, toma por licencia el postulado hegeliano sobre la contracción de la filosofía al estudio de su historia; para terminar postulando, como el excéntrico Diógenes desde su superioridad moral, que la función del pensamiento no es comprender la historia sino cambiarla.

El postulado marxista no es expresamente sobre el pensamiento sino sobre la filosofía, pero esta se ha reducido ideología; que es como único puede asumir esa función política que le atribuye, recurriendo a la violencia popular con la demagogia. Eso de paso explica el carácter definitivo de la cultura que abre el siglo XXI, como el fatalismo dialéctico inducido por el marxismo; del que sólo salvaría una contracción, tan improbable como la que concentrara la desmesura de Dios en un sefirot, para hacerle lugar al mundo como su creación.

No comments:

Post a Comment