Ha vuelto a la palestra la regulación de internet como un servicio público,
pero no parece que el estado actual sufra modificaciones; se trata de una
tensión entre dos modos de economía, con sus respectivos principios, y uno no
consigue sobreponerse al otro. El problema estaría en la popularidad del
servicio, que impulsa la nueva economía, de base electrónica pero igual
determinada por el consumo; de modo que la regulación del servicio como privado
antes que público, eliminaría un amplio sector de consumidores. Eso explica que
conglomerados que dependen de esta base de consumo, como Google o Amazon,
combatan el tratamiento del servicio como estrictamente privado; ya que eso
otorgaría mayor autoridad a los proveedores directos, y disminuiría el público,
discriminando con el escalamiento de precios.
Curiosamente, los argumentos que se esgrimen en este sentido son sobre todo
morales, aunque apunten a problemas prácticos; como es el caso del acceso a la
información y su consiguiente difuminación, que serían controlables por los
diversos intereses en juego, sobre todo políticos. En realidad, este argumento
es espurio, pues la información siempre ha sido manipulada; y no sólo por las
tenebrosas agencias gubernamentales que supuestamente amenazan toda libertad
individual —como si estas detentaran el poder real— sino por las mismas
agencias privadas que las originan, con su interpretación de los hechos.
Por supuesto, cualquiera que quiera sabe que el gobierno sólo administra
los intereses de las élites que los sostienen; y peor aún, que estas son
económicas, extendiendo su influencia por todo el espectro político, que así le
queda subordinado. En ese sentido, por paradójico que parezca, la
desregulación de la internet tendría un efecto beneficioso tanto política como
económicamente; ya que ralentizaría el desarrollo, permitiendo la extensión
horizontal de las estructuras económicas, ahora totalmente subordinadas a los
grandes conglomerados. En realidad, la accesibilidad tecnológica es sólo una
burbuja de fantasía, que encadena a las personas al consumo frenético por medio
de la exaltación del ego; lo que las hace más débiles y manipulables a nivel
individual, redundando en su mayor subordinación a intereses inmediatos y
mediocres como la sensación de éxito.
Aún, esta restricción natural (económica) del poder
mediático devolvería a la prensa la preponderancia inicial en la moderación
noticiosa; que aunque no más fiable —nunca lo fue— volvería a tener un carácter
profesional, y probablemente más cuidadoso, dada la experiencia a la que la
llevó su arrogancia anterior. En cualquier caso, nada de esto es probable que
pase, pues el peso de los conglomerados comerciales es más fuerte que el de las
compañías proveedoras del servicio; pero con lo que se pierde este factor del
poder adquisitivo como regulador insobornable del desarrollo social,
manteniéndonos en la mediocridad de la sensación de éxito… que es lo que hace
tan popular el servicio.
No comments:
Post a Comment