Por Ignacio T. Granados Herrera
La serpiente que se muerde la cola es un
símbolo de gran trascendencia mística, rozando esa ambigua frontera de la
comprensión de la realidad; pero también es un fenómeno real, en que la
serpiente confunde se a sí misma con una presa y se ataca irreflexiva, en una
situación traumática. Desgraciadamente, la historia suele ser también como una
serpiente que se muerde la cola en el sentido más pedestre; se sobrepone a los
obstáculos con la sinuosidad de sus movimientos, pero su avance es circular. La
dialéctica combina esta circularidad con la exponenciación, en el modelo de espiral;
pero la contracción económica de estos momentos impedirían esa exponencialidad,
que es el error de la mentira neoliberal. La necesidad hace confluir a los más improbables
aliados, que terminarán dándose de narices unos con otros; como las fuerzas que
giran alrededor de la dependencia energética de los Estados Unidos, resuelta
con los fluctuantes precios del petróleo.
Si el origen del conflicto está en los
altísimos niveles de consumo, sólo se resolvería disminuyendo el mismo; pero en
vez de eso —que hubiera provocado un enfrentamiento con las élites financieras—
el gobierno optó por el desarrollo de fuentes alternativas; explotando
yacimientos nacionales de gas con la tecnología del fraking, para evitar la
espesa regulación que prácticamente impide la explotación tradicional. Es ahí
donde increíblemente el progresismo ecológico se alía con las aristocracias
árabes, saboteando la tecnología del fraking; no importa si por motivos
contrarios, porque lo cierto es que confluyen en su interés. De hecho, una postura
y estrategia más coherente del progresismo ecológico habría enfrentado
directamente los niveles de consumo; aprovechando el momento crítico provocado
por la contracción del modelo neoliberal, para desarrollar un modelo económico
más sobrio y realista. En vez de eso, habrían empujado hacia el uso de energías
renovables, que dado su poco desarrollo sólo redundaría en el de la tecnología
tradicional; colaborando con la estrategia de precios artificialmente bajos de
los árabes, para así atentar juntos contra la independencia energética
nacional.
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Ya es asombrosa la alianza de las aristocracias
árabes con las élites políticas norteamericanas; pero más asombrosa es esta
otra con el progresismo norteamericano, que no por extraña será menos
efectivas. El esfuerzo por el que la historia se levanta en una espiral
dialéctica es exhaustivo, porque a estas alturas dependería en mucho de la
voluntad; una fuerza increíblemente inefable, que suele enamorarse de ese
gigoló que suele ser el ego en una época en que lo que importa es la apariencia
del éxito. Esa sería la suprema contradicción,
que frustraría todos los esfuerzos para una repotenciación de lo humano;
que así se repite como la serpiente que se muerde la cola, pero no como el
símbolo místico sino la más desgarradora contradicción.
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