Monday, January 5, 2015

¿Yo también exijo?

La decisión del presidente de los Estados Unidos de restablecer las relaciones con Cuba ha desencadenado dos tipo de reacción lógica; una es la de tratar de aprovechar la nueva circunstancia para obtener algún resultado, y la otra la de insistir en la confrontación; pero esta última no ha producido resultados en 54 años, y resulta por tanto inmovilista. Por el carácter reactivo de ambas y su coincidencia en el tiempo, algunas personas confundieron la plataforma "Yo también exijo" con la campaña "Por una mejor Cuba"; pero aunque ambos proyectos resultan complementarios en la nueva situación, no sólo son diferentes sino incluso contrarios, y eventualmente contradictorios. Ambos proyectos son legítimos en su reclamo, pero mientras uno apela a la confrontación, el otro lo hace a la negociación; y mientras en ese esfuerzo el primero pareciera más legítimo, su insistencia en métodos que han probado ser improductivos le resta consistencia. Esta apelación a acciones de fuerza, con todo y lo legítimas que son, han probado ser también un modus vivendi; que sería lo que explique la duración del problema, cuya solución definitiva pondría en riesgo el status de muchas personas, no sólo intelectual y moralmente sino a veces también en lo económico 
 
La ineficiencia de proyectos como el de "Yo también exijo" sería ya proverbial y se presta a la suspicacia; desde que surgieran en el espíritu crítico de la década de los ochenta, con la perspectiva de la Perestroika soviética; porque también desde entonces ha servido para la catarsis personal y hasta los cultos ególatras de unas élites desapegadas de la realidad que dicen representar con la subjetividad retórica de sus performances. Eso no es grave, si en definitiva el espectro político ha contenerlo todo y la diferencia es lo que hace a todos los proyectos complementarios; pero sí es una pena que legados valiosísimos como el de Payá Sardiñas y el proyecto Varela se diluyan en el snobismo infantil e irresponsable; más que todo, porque ese legado tuvo que construirlo Sardiñas en soledad, contra el silencio cómplice de quienes hoy lo utilizan. Ciertamente, si lo que realmente les interesara fuera un plebiscito, sabrían que eso hay que negociarlo; y que una negociación no puede comprender el suicidio de ninguna de las partes, y menos aún de la que cuenta con la fuerza a su favor.  
 
Quienes pretendan liderar al pueblo cubano harían bien en preguntarse por qué este se ha mantenido distante de toda propuesta en este sentido; y sólo la obstinación más ciega puede insistir, como en su momento lo hiciera Fidel Castro, en que el pueblo sea políticamente inmaduro, con toda la experiencia que hoy acumula; o peor, tacharlo de cobarde y mediocre, como se ha hecho desde la seguridad del exilio. Esta insistencia es la que resalta por lo tenaz la aparente pasividad de un pueblo que así se niega a ser liderado; porque de lo que se trataría es de este juego de las reacciones, en que los guapos se amenazan y provocan sin que la sangre llegue nunca al río. Como principio, es absurdo pensar que haya ingenuidad en esa insistencia, al menos después de tantos años de experiencia; pero también es cierto que el espectro político permite y hasta exige todo tipo de expresión, incluida esa que es improductiva. Junto a la performance de la Bruguera en la Habana estuvieron convocadas otras paralelas en el exilio, que sin dudas ensombrecerían el fracaso de la principal manteniendo el entusiasmo de los fieles; y al final, esta ha sido otra campaña más de esas en las que somos tan prolijos y que parecen cdestinadas a recabar la relevancia personal. 

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