Por Ignacio T. Granados Herrera
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El principio del éxodo o de la hégira es un
postulado propio de las correcciones realistas del determinismo materialista,
en el marco del llamado Neo Marxismo; y sería una referencia antropológica a la
evolución de las estructuras políticas, que en algún momento excedería esta
capacidad suya para el mismo. Con eso se crearía una contradicción, ya que
accediendo al desarrollo se pone en peligro la estructura misma; que
dependiendo de su cohesión interna, posee un margen de tolerancia para la
asimilación de los cambios provistos por ese desarrollo. Esta contradicción es
la que se daría entre las fuerzas centrípeta y centrífuga, relacionadas en un
equilibrio precario como la misma tensión existencial de la estructura; cuya institucionalidad
sería el nivel de vigilancia de la estructura misma, para evitar un colapso al
ser sobrepasado su margen de tolerancia. En estos casos, la crisis se
resolvería en favor de la estructura tradicional, negada al fenómeno de esa
evolución; cuya madurez sin embargo —y realización por ende— sería
independiente de esa capacidad de esa capacidad de la estructura para
asimilarlo; ya que son desarrollos paralelos y en ello diacrónicos, no sincrónicos,
al depender de determinaciones incluso eventualmente opuestas y no
necesariamente complementarias.
De ahí que la estructura original segregaría
a la nueva formación, expulsándola como otro organismo; que de encontrar un
espacio del que apropiarse, arraigaría en el mismo como otra estructura
original en su propia suficiencia. El nombre del principio como del éxodo o de
la hégira se debería a que justamente describe el fenómeno del éxodo judío y de
la hégira musulmana; el primero como rebrote lógico de la revolución aketoniana
en Egipto, aplastada por la institución tradicional del sacerdocio tebano; y la
segunda como alusión al mismo fenómeno pero dentro del desarrollo de la fe
musulmana, que debió emigrar a Medina por la misma contradicción. Al respecto, el
desprendimiento judío de Egipto que da lugar al éxodo puede ser incluso
oportunista y no espontáneo; dada la controvertida figura profética de Moisés,
que puede simplemente haber aprovechado la circunstancia desfavorable de los
judíos. No obstante, la contradicción no proviene de esta circunstancia sino de
la del monoteísmo en el marco de la tradición politeísta; que como estadio será
de una excelencia institucional relativa, y por tanto imposible de superar sin
poner en peligro el conjunto de la estructura social.
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El mismo fenómeno se verá en la evolución del
pensamiento, una vez alcanzado el límite crítico del antropomorfismo y su
capacidad para una representación efectiva de la realidad; debiendo evolucionar
al fisiologismo, pero cuando el pensamiento está monopolizado por la
institucionalidad religiosa; que a su vez depende del antropomorfismo como
sistema de representación de la realidad, creando la contradicción de
principios entre la religión y la ciencia, que no es así sólo de objeto sino
también formal. Esta crisis se solucionaría únicamente en el marco de la
cultura clásica griega, ya que es donde único la institución religiosa es
relativamente débil; debido al otro fenómeno de la excepcionalidad de dicha
estructura política griega, resuelta en el comercio micénico —como un elemento
de indeterminación— antes que en el determinismo religioso tebano.
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