III- ¡Sin miedo!
Para muchos
el ataque al semanario Charlie Hebdo no
es otra cosa que un enfrentamiento entre dos civilizaciones incompatibles. En
tal encuentro estos olvidan a sus
jóvenes que sueñan en lengua europea y semita a la vez. Arduos son los
problemas que la civilización occidental afronta y tres son principales. El
primero urge a Occidente no solo reflexionar sobre la falsedad de su primacía
cultural sino revalorizar su religión misma y sentir la misma compasión por
todas las muertes que ocurren a manos de terroristas en África o en el Medio
Oriente. El segundo, le señala la necesidad de reconocer la torpeza del
procedimiento binario de lo bueno y lo malo. El tercero, le obliga a examinar
sus propias pérdidas de libertades cívicas y religiosas que ocurrieron tras el
paso de los discursos hegemónicos europeos del siglo veinte en sus principales
variantes de fascismo y comunismo. Este punto podría ser visto como el primero
si se entiende que, a tales corrientes activas en pleno siglo veintiuno, se les
suma el lenguaje radical islámico y que, asociados, cada uno con intereses
diferentes, buscan paradójicamente el mismo objetivo: poner en peligro la
democracia como sistema social.
Ya va siendo
ganancia del terrorismo la implantación de la duda de si la democracia y la
libertad de expresión no son otra cosa que una "utopía", como si los
mejores momentos de este hemisferio, no se hubieran logrado a través de sus instituciones. En la acción que Occidente tome al reconocer
sus límites reales e históricos, acercarse a otras culturas sin arrogancia y
empoderar su población híbrida, se encontrará necesariamente la respuesta de
defender (o no) la belleza occidental en la regeneración crítica que no
retórica. Se trata de visibilizar que las relaciones binarias caducaron y que, de
hecho, muy a la manera occidental, se requieren procedimientos nuevos ante
situaciones que, por familiares, no dejan de ser distintas. (Fin)
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